sábado, 6 de junio de 2009

EUROPA


3 de junio de 2009. Son las diez de una noche calurosa que obliga a tener las ventanas abiertas por las que se cuela la musiquilla de la información del tiempo que nadie ha seguido con atención. Toda España se prepara para sentarse delante del televisor y presenciar uno de esos acontecimientos que se producen de tanto en tanto, una ocasión única para disfrutar con un espectáculo que promete batir récords de audiencia y marcar un hito en la historia nacional: El Debate sobre las Elecciones Europeas.


Un murmullo recorre la piel de toro de un extremo a otro. De Finisterre al Cabo de Gata. De Isla Cristina al Golfo de Rosas. Han sido días de espera tensa, de comentarios y apuestas acerca de las estrategias de los candidatos favoritos. Ahora han terminado las especulaciones, ha llegado el momento de la verdad y la expectación es máxima, contagiada a través de las cortinas de los hogares españoles, cuando irrumpe con fuerza la melodía de la cabecera. La 1 Presenta. Pocos desearían estar en la piel de la demacrada presentadora, se nota que ha dormido mal, abrumada por la responsabilidad, cinco minutos antes de que se levante el telón. Le sudan las manos, le tiemblan las piernas que ha decidido ocultar debajo de un pantalón, los ejercicios respiratorios no están siendo de mucha ayuda. Tres, dos, uno. ¡Dentro!


Con voz temblorosa y una sonrisa poco convincente, desea buenas noches, da gracias a la Cadena por haber confiado en ella para conducir el debate, y expone brevemente las reglas del juego. Deberían haberle retocado las ojeras. Su madre llora de emoción en algún pueblo de la Sierra de Gredos. Comenta atropelladamente que se ha elegido un formato a cinco, que las intervenciones serán de un minuto y que ella se limitará a anunciar los temas y a controlar que se cumpla escrupulosamente el tiempo de intervención pactado. Entonces pasa a presentar a los cinco elegidos para la gloria.


En primer lugar, plano de medio cuerpo, un vasco que mira tenso a la cámara, al que su partido no nacionalista ha decidido mandar al Parlamento europeo, unas vacaciones bien pagadas por los duros servicios prestados aunque él no las hubiera pedido. En segundo lugar un señor mayor, muy mayor, que no es el señor mayor que todos esperaban y que no se sabe de dónde ha salido. Tiene pinta se saberse de pe a pa la liturgia de los domingos. Demasiado maquillaje acentúa su expresión cadavérica. Luego aparece un risueño candidato, de nombre alemán, hay gente que las caza al vuelo, idéntico plano de medio cuerpo y el aplomo de un opositor a judicaturas que ha estado de jarana la noche anterior al examen. El realizador pincha el plano del siguiente candidato mientras la voz de la locutora sigue glosando la figura del anterior. Al rato la audiencia se entera de su nombre catalán y del conglomerado de siglas de partidos al que representa, una sopa de letras que hubiera hecho las delicias de Urdaci, el jefe de Leticia. Sigue el movimiento de cámara y ahora la nación ya no sabe si el que aparece de perfil con un ojo guiñado es quien presenta la presentadora, el anterior o el que debería venir al final. Otra catarata de siglas pone fin a la malograda presentación. Los ciudadanos se remueven inquietos en sus asientos. Esto va a ser más complicado de lo que parecía.


La moneda lanzada al aire, impugnada por uno de los candidatos por no ser de tamaño reglamentario, decidió el que debería abrir fuego después de haberse jugado tal honor, sin éxito, echando pies en la trastienda del decorado. Es el señor catalán, de apellido catalán y acento tan catalán que hace pedir a alguno subtítulos para seguir su intervención. Se presenta, declara sus intenciones y arranca los primeros aplausos del córner derecho según se mira. Qué rápidos pasan los sesenta segundos. Las malas lenguas dicen que la sofocada presentadora pidió uno más de cincuenta y nueve para pasar por delante de la monada morena, a la que no soporta, que conduce el programa en el que se bajan los micrófonos. Lástima que para hoy no hayan aprovechado esa tecnología punta. El segundo en intervenir es el del ojo guiñado de perfil al que la audiencia no termina de poner nombre y no de saber a quien representa. Tiene algo de cubista en la mirada y la emoción se apodera de la noche cuando consigue saber la cámara a la que le corresponde mirar. Este tipo promete grandes cosas. Es el turno del vasco no nacionalista, se le ve triste, preguntándose quién me mandaría meterme en este naufragio. Hace de tripas corazón y cuenta una batallita de hace veintitrés años. Acabado su minuto, es el turno del señor mayor embalsamado que ahoga con maestría un bostezo que escapaba de su interior. No está acostumbrado a trasnochar. Con un hilillo de voz arremete contra todos los demás y al acabar su frase parece que se desconecta. Por último, el español de nombre alemán que no lleva corbata, habla de sus cosas con una sonrisa en los ojos y el recuerdo de los bosques de Baviera. Ganaría mucho con un gorrito tirolés.


Primer plano de la titubeante presentadora. Explica a los millones que la miran el siguiente tema a debatir en rigurosas apariciones de un minuto, toca economía, y que está prohibido quitarse la palabra, interpelarse y por supuesto darse golpecitos por debajo de la mesa. Abre el fuego el que habló en segundo lugar anteriormente, el cubista que sigue buscando su cámara, en una demostración bárbara de alternancia, rotación y democrática equidistancia en este magno debate que no ha hecho mas que comenzar... Justo aquí, me quedé dormido. Me imagino a mi mujer acercándose con sigilo a mi sillón, quitándome con dulzura el mando de mi agarrotada mano derecha para poner en la televisión su serie favorita. No se lo tengan en cuenta pues no tiene una clara conciencia política. Cómo pudo ser capaz de perderse el acontecimiento, de no despertarme para que pudiera seguir aquella obra de ingeniería televisiva y al día siguiente tener algo de lo que hablar con mis compañeros de trabajo, con mis conciudadanos. Todavía no se lo he perdonado.


Juan Español Español, a pesar de todo, decidió que el domingo iría a votar. Por si acaso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Los glaciales se deshielan, los volcanes se apagan, las razas se extinguen y hasta George Lucas hizo algo diferente a sus Star Wars... pero tú, tú no cambiarás.

JALOZA dijo...

No sé cómo tomármelo...