lunes, 6 de septiembre de 2010

PERROS FELICES 2005-2010

A Javier Hernández




Había salido un instante a comprar el pan, justo quince minutos mal contados y ese fue el momento que eligió la cartera para llamar a mi puerta. Un papelito en el buzón me avisó de su visita, Correos me invitaba a recoger el envío de Javier Hernández. El cedé Perros felices 2005-2010 se resistía a estar entre mis dedos.

Y es que era la segunda vez que me pasaba. Días atrás tampoco me encontraba en casa, normal pues entonces no estaba de vacaciones, y también me dejaron el papelito ausente. En verano todo es muy raro, empezando por los horarios, y por eso se me pasó el plazo de recogida y el preciado envío volvió a su remitente. “Perdona tío”, le escribí a Javier, “te hago otra transferencia y me lo mandas de nuevo”, algo avergonzado. Por fin ya tengo el cedé conmigo, lo he escuchado cuatro o cinco veces y maldigo los días que perdí sin él.

Os contaré que todo surgió del blog Perros felices, el que se dedicaba a hacernos las horas más cortas esperando el regreso de nuestros músicos favoritos, los descendientes de Surfin´Bichos tras la desaparición de éstos hace un montón de años, allá por 1994 con El amigo de las tormentas. Sus componentes crecieron y se multiplicaron embarcándose en otros proyectos con los que todos nos curábamos las heridas. Javier recopiló toda la información y nos ha ido manteniendo al día de las noticias sobre el colectivo perruno. Impagable su trabajo. Y tras lo que ha hecho con el recopilatorio de inéditos y rarezas para celebrar el quinto aniversario de su página, no podría abonar la cuenta ni en tres vidas trabajando a destajo en cualquier empresa del metal.

Me emocioné con la dedicatoria del libreto pues es verdad que habíamos esperado bastante tiempo y no es menos cierto que estas canciones significan mucho para todos nosotros. Me siento parte de una familia muy especial. ¿Cómo entré a formar parte de ella? Pues fue hace muchos, muchos años y, aunque creo que ya lo he contado, hoy me apetece decírmelo otra vez.

Rondaría el año 1992 y yo andaba intentando acabar los estudios en la Facultad. Por cierto, ahora que pienso, esta noche he soñado con un compañero al que no veo desde entonces y del que seguro nunca más sabré nada. Coincidencias. Vestía de negro e intentaba moverme por los ambientes modernos de mi ciudad, oyendo la música que no ponían en la radio, abriendo mis orejas a otros mundos de la mano de los Héroes del silencio y todo lo que les rodeaba. Un grupo así en una ciudad de provincias marca la vida de cualquier joven, casi suena a disculpa pero no lo es. Me sigue pareciendo un grupo más que notable y luego se verá porqué.

Mi abuelo había muerto hacía unos meses y en la habitación que ocupaba en mi casa, la que había sido y volvió a ser de mi hermana, le sustituimos por una hermosa cadena musical que mis padres compraron junto a una gran enciclopedia si mal no recuerdo pues son muchos los años y mi memoria empieza a flaquear. El primer vinilo que compré fue A santa compaña, de Golpes bajos. Salió defectuoso y ni poniendo una peseta encima del brazo de la aguja lograba que dejara de saltar y atascarse. Hubo que cambiarlo. Fui con mi hermana a la tienda y por una serie de avatares que os ahorraré terminamos con el primer disco de los Héroes bajo el brazo. Me enganché.

Divagaciones al margen, no me he perdido todavía, terminé en poder de Fernando Alfaro y compañía porque en una radio local un locutor empezó a criticar a los Héroes poniendo como ejemplo de música de calidad a los Surfin. Eso me enfadó, desde Albacete algo que contar… En mi vieja radio sonó Fuerte y todo cambió. Un impacto que sigo recordando y una frase que me enseñó que estaba ante algo diferente: “En una nube bajo el mar”. El modo en que cantaba ese verso tan simple me hizo asomarme a la grieta. Pasamos a ser Hermanos carnales y luego vino El fotógrafo del cielo y su Dulce mal trago. El contagio fue inevitable.

Ahora sé que somos muchos los que padecimos esa enfermedad por aquellos días y que no estábamos equivocados. Surfin´Bichos ya están en los altares del pop español y el blog y el cedé que están motivando está parrafada, con perdón, son su celebración más evidente. Y es que Perros felices 2005-2010 es una joya que ya ocupa lugar destacado en el mueble donde guardo los 75 principales de mi colección. Ha ido a parar junto a los demás trabajos de la saga albaceteña desterrando a los pobres Vetusta Morla, no caben más.

Me gusta el diseño, la portada, el libro con letras, agradecimientos y créditos. Los dibujitos del chucho son lo más. Hasta el orden de las canciones me parece muy bien escogido. Debe ser muy difícil aunar a tanta gente en tan poco tiempo para lograr un resultado como el que tengo ante mis ojos y entre mis orejas. Conocía bien a buena parte del plantel de artistas colaboradores, a otros los había oído en alguna ocasión e incluso de alguno no tenía noticia. Tendré que recuperar el tiempo perdido y rebuscar en las tripas de internet para ponerme al día. Canciones inéditas y rarezas de coleccionista para gourmets de la cosa musical.

En la primera y acelerada escucha disfruté intentando filiar los sonidos con las épocas de los artistas que conocía, ligándolos la más de las veces y logrando la satisfacción de un erudito de concurso de televisión. Fue muy especial oír de nuevo a los Surfin, un tema desconocido para mí y que era un regalo metido en una botella arribando a una playa desierta. Algo así como encontrar una foto en la que sales en segundo plano con tu madre muerta hace poco tiempo, una carta manuscrita por la chica que te dejó hace varios otoños, como encontrar un mensaje en el contestador de una voz que creías perdida para siempre. Literatura, aléjate de mí.


En el primer corte, soy tan antiguo como los vinilos, la voz de Fernando subraya la inconfundible sonoridad de los Surfin´Bichos. Un tema de la última época cuando todo se estaba viniendo abajo. Mercromina aporta una canción que encaja perfectamente con el sentido del recopilatorio, cuando los años parecían veranos. Hicieron bien en guardarlo en ese sitio de la memoria. Chucho viene de la mano de la voz ronca de Alfaro, tan distinta de la de los inicios, incluso del final de la etapa anterior. El mundo de la droga, el ruido y la calma, te estuviste haciendo daño como cantaba en 78. Isabel León, Is, nos hipnotiza con su preciosa voz, casi como ella, y un piano lleno de clasicismo en una grabación casera. La echamos de menos mientras imaginamos una película digna de esa banda sonora. Esto es un 10 y buscas farmacias. Alfaro y los Alienistas nos devuelven a la tierra con su eterna guitarra, inconfundible en todo momento, y su imaginería religiosa con el Profeta Colilla que me hace recordar a la Familia Lagarto. La voz suena más débil, como en Carnevisión, un cigarro mal apagao que salió de un paquete arrugao. Por un momento nos acerca a una alegría mística adormecida por un coro de mineros soviéticos y recordamos las historias de horror de los judíos y la Guerra junto a los fantasmas del theremin.

El siguiente tramo, un-dos-tres, se abre con Burrito Panza y menudo hallazgo. Una corriente de aire en una galería mal ventilada. Me gusta la voz de Carlos Flan, la paz que transmite, la slide. Como aquel astronauta que buceaba en ti y ahora se transforma dulcemente en un extraño. Los acordes caen hasta llegar a dos notas hermosas, imposible explicarlo, cómo decirlo. Manta Ray. Luego Travolta y su piano adelantando lo que luego será Joaquín Pascual. Aquí llegué tarde, me costó entrar en su particular universo filosófico. Y con Gonzo otro sorpresón, la cosa va para sobresaliente. Espectacular instrumental. Flan, Sánchez y Mora al piano, mi bajista preferido al que parece que le sobran dedos. Un paisaje lento que pintaron con Mogwai, el interminable horizonte del oeste americano, otra perfecta banda sonora para los manchegos que cayeron en la telaraña del desierto. Albacete es como Nevada y Fernández Mallo untó de Nocilla la imaginación de una Generación. Qué decir de Joaquín Pascual y de su reciente proyecto en solitario que no se haya dicho ya.Ver autocita. Otra muestra de delicadeza sónica. Y la Segunda vedette con ganas de cargarse a la actriz principal. La voz de Carlos, otro más, Cuevas que nos cantaba aquello de Ana y su hermano gemelo mientras aporreaba la batería. Ha dado un paso adelante y de la mano de My Blodie Valentine nos hace alguna recomendación a tener en cuenta.

Tres. El festival se adentra en la recta final por los caminos menos transitados por mí. Campbell de Miguel Ángel Gascón, el certero guitarra de Chucho. Una voz como la de la mayoría, de ésas que no salen de ninguna academia, que cuenta una historia de amor sobre paralelos y meridianos. Órgano y palmas made in Surfin´Bichos. Un regusto rocker a lo Mas Birras. Redneck Cassanovas, Gascón de nuevo, se marcan otro instrumental de infarto. Otro 10. Paseamos por la frontera localizando para Robert Rodríguez mirando de reojo las curvas de Salma Hayek. Psicobilly, Surf, claro está, un poquito de jazz en un club que aplaude y un trocito de porno para culminar. Necesito un cigarrito. Walkman es la tercera pata del banco ahondando en los sonidos que me van arrastrando atado a un caballo desde hace un rato. Bailemos Calypso de la mano del Padre Karras haciendo un exorcismo. Javier Fernández, otro batería que se destapa como multiinstrumentista y que se marca un western que sabe a Almería y 800 balas. Las campanas tocan a muerto y el malo silba una canción. El fantasma wazzu baila flamenco en las palmas de Antonio Banderas. Honky Tonky Sánchez es el broche de oro, otra impagable sorpresa a pesar de los avisos de Javier que no supe escuchar. En su voz cabe el desierto de Sonora, los Monegros y cuatro años de secano en La Mancha. Tom Waits, claro, y el folk al que nunca presté mucha atención. Una historia y una letra para enmarcar. El comienzo de una bonita amistad. Nacho Vegas, Bunbury, las cerezas, México, los tristes perdedores que silban desafinando, las tormentas que dejan a Cristo en el fango, armónica para un dolor crudo y un perro que se aleja, un círculo que se cierra y lo explica todo, alguien debería hacer una tesis para ordenar las ideas, tantas conexiones no pueden ser casualidad.

Soy un perro feliz, hoy más que nunca, pudiendo disfrutar de este viaje en el tiempo, la memoria y el futuro. Tenemos delante una generación de talento no sé si irrepetible. Un colectivo quijotesco que luchando contra los molinos han escrito una de las mejores páginas de la música española de los últimos años.