El cuento que aparece a continuación fue vomitado en facebook durante los dos días que siguieron a la eliminación de la candidatura española para los Juegos Olímpicos de 2020. Fue divertido trabajar en directo, sin red, con las ventajas e inconvenientes que ello supone. Está hecho a golpe de sístole y diástole, sin rectificaciones y sobre la marcha. Supongo que se nota. Me he reído mucho imaginando y escribiendo. Si ustedes lo pasan la mitad de bien... objetivo cumplido. Muchas gracias a Ana Botella, musa indispensable, lo más grande de este país desde lo de la abuela pintora de Borja.
He dormido fatal esta noche.
Constantemente se me aparecía en sueños Dª Ana Botella ¿Botella? Estaba
despeinada y sonreía todo el rato. No sé qué me decía de un 2020, alguien que
quería jugar. A lo mejor es que me hablaba en inglés y yo no lo entiendo muy bien,
aunque la verdad es que no pronunciaba demasiado allá. Reía pero se le veía
triste. Me hablaba de su marido, de su hija, de su yerno, de los amigos de su yerno y no sé qué de un pelotazo. Estaba
desnuda y se envolvía en la bandera de España, en la roja-amarilla-roja.
También salía, en mi sueño lleno de aparecidos, uno alto con barba y otro no
tan alto con barba también. Estaban tristes. El más alto con barba me decía
algo sobre un reino que nunca tendrá. Al menos alto con barba no logré
entenderle nada. Seseaba y decía banalidades. Creo que hablaba en inglés.
Me he despertado sudando, tiritando, muerto de miedo. Me han dicho que seguirían en mis sueños hasta que nos dieran no sé qué... Me hablaban del 2024, el 2032 o el 2158 (Ya estaré muerto entonces. Que se jodan. A los muertos no hay huevos de aparecérseles en sueños).
Me he despertado sudando, tiritando, muerto de miedo. Me han dicho que seguirían en mis sueños hasta que nos dieran no sé qué... Me hablaban del 2024, el 2032 o el 2158 (Ya estaré muerto entonces. Que se jodan. A los muertos no hay huevos de aparecérseles en sueños).
Acabo de tener una visión. No sé si ha
sido una aparición o un retazo de la pesadilla de esta noche que vuelve a por
mí. Creo que va a quedarse conmigo durante un buen tiempo. He visto a Dª Ana
Botella ¿Botella? que seguía con la dentadura petrificada. Se me han quedado
los pelos como a ella, parezco una menina como dice Patricia Esteban. Soy
bastante asustadizo, me cago con los programas del Iker Jiménez, y no tengo estómago para estos trances. Me sigue
hablando en inglés, está empeñada, y dice algo de un café con leche en la Plaza
Mayor. Su marido está muy triste, tanto entrenar para nada, no sabe qué va a
hacer ahora con esos abdominales. Me dice que le hacía ilusión ir a ver los Juegos
en limusina, que lo de Tokio le pilla muy lejos y le va salir por una pasta lo
del avión. Era casi tan chulo como casar a tu vivo retrato sin bigote en el
Escorial con ese montón de amiguitos del alma. Eso sí, me cuenta que el que
está peor de todos, le han tenido que dar una caja entera de biodramina
mezclada con vodka, es el de la barba, el que era el más alto. Aparte de no
tener su reino de cuento dice que la princesa ya no le quiere, que se ha puesto
un culo nuevo en Suiza y aún no se lo ha enseñado. Y que papá andará, es un
decir, muy disgustado. Ni habrá tenido ganas de decirle guarradas al oído a esa
princesa tan guapa que viene tanto por casa cuando no está mamá. Fin de la
visión.
El del medio de Los Chichos también se
me apareció en el sueño pero le dije que era en la cabeza de mi vecina del
octavo, la morenaza que un día me encontré en el ascensor y que me dijo que
estudiaba lenguas muertas. Recé al Dios del catecismo para que nos quedáramos
colgados, ella tuviera miedo, me abrazara y yo pudiera sentir sus duros pechos
de mármol como el de las diosas semidesnudas que ponen posturitas en el Partenón. No me hizo caso. O es que no
cree en mí o es que estaba hablando por el móvil con Vilas que últimamente no
le deja ni a sol ni sombra. Solo me faltaba el de Los Chichos tocando rumbas,
como si fuéramos pocos. Por lo menos Ana Botella ¿Botella? se había ido al baño
a retocarse el peinado y había algo más de sitio. Tuve que consolar al de la
barba, al más alto, que no dejaba de llorar, yo creo que por lo de la princesa.
Le confesé que a mí también me gustaba en el telediario de Urdaci, aquel
pequeñajo con mala leche que decía C-C-O-O. Me miró sorprendido. Yo también le
pedí a mi padre que llamara a la tele para ver si quería salir conmigo. Mi
padre me dijo que no tenía el teléfono y que qué les iba a contar. El padre del
de la barba, el más alto, le dijo que claro, que ahora mismo se la hacía traer
a Palacio. Creo que ahí se enamoraron y a mí me dejó tirado. Todavía hay
clases, me dijo, y que lo del barbudo despeinado que enseñaban en la escuela
era una milonga. Por fastidiarle le he dicho que ahora no me pone tanto. Me
gustaba más gordita y sin tanta cirugía. No me mola ni la nariz, ni los
pómulos, ni siquiera su hoyuelo en el mentón que más se parecía a la punta del
glande de un judío en Varsovia que a otra cosa. Me ha dicho que te follen y se
ha ido a por más vodka.
Ana Botella ¿Botella? volvió del baño,
el peinado seguía más o menos igual pero se había puesto más colorete en las
mejillas. Parecía una cabaretera de gira por casinos de pueblo pero no se lo
dije. Lo estaba pasando mal. Seguía empeñada en hablarme en inglés.
Afortunadamente esto es como todo, con un poco de tiempo, si vocalizan y te lo
dicen despacito, vas entendiéndolo casi por completo. Ya comprendía café con leche, plaza mayor, sol y toros. Y
juraría que algo había dicho de una pandereta. Sentí pena por su marido, por su
hija, por sus bigotes, por el yerno y sus otros seis o siete hijos. No andaba
lejos un alcalde de Barcelona con el pelo blanco y los ojillos medio cerrados
que ya no recuerda que un día ganó una votación parecida a la de ayer. Preguntó
por tanto alboroto y algo de lo que iba yo pillando de semejante jaleo le
conté. Que si le hubieran llamado a él... otro pelo nos luciría, murmuró
bajito. Éste me hablaba en catalán pero podía hablar con él con bastante
fluidez. Es que es una lengua romance, me dirá un día la vecina del octavo que
estudia lenguas muertas y supongo que vivas también. Pascual, Pasqual, anda a
descansar un poco y no líes más la cosa, le dije con cariño y una palmadica en
las espalda. Los del Barça somos así. Ana Botella ¿Botella? se ha ido a chivar
de lo que pasa a uno pequeñico con gafas que parece que manda. Lleva una
chaqueta azul, una corbata roja y el inevitable pin en la solapa. Interrumpe su
discurso sobre victorias, esfuerzos, proyectos, marcas y qué felices seremos,
hace un puchero y dice que se lo va a contar todo a los deportistas que
abarrotaban el boeing 747 Madrid-Buenos Aires. Me encojo de hombros y pienso en
las esculturas griegas.
Los deportistas de la delegación me
rodean. Encabeza el grupo uno muy alto con barba, mucho más alto que el otro
alto con barba y que el de la barba menos alto que el otro más alto de la barba
y que seseaba un poco. Lleva una chaqueta azul, una corbata roja y un pin muy
chulo que en su solapón parece la cagada de una mosca en el mantel de un bar de
barrio de menú diario. Una nadadora de ojos azules
que parece alemana me enseña sus dos medallas de oro colgadas al cuello y yo no
dejo de admirar su pecho olímpico. La que lleva la voz cantante, porque me
están gritando todos en un coro poco amigable, es una canijilla que hace vela,
windsurf o algo así. Me chillan pero no les entiendo, me deben hablar en
español y yo ya me he acostumbrado al inglés. Miro a Dª Ana Botella ¿Botella? y
ella me va traduciendo. Se lo agradezco con un disimulado pellizco en el
culete. La velista, o se dirá velera, me dice que si me parece bonito reírme de
su labor, que se ha tenido que trabajar a los 94 miembros del COI, me traducen
como CIO, o a los miembros de 94 COIS o no sé muy bien qué me cuenta. Es un lío
no tener unos casquitos con traducción simultánea. Cuando voy a decir que yo no
me río de nadie, que no entiendo a que se debe este alboroto en mi cabeza, les
recuerdo que están en mi cabeza sin mi permiso, me interrumpen y me hacen poner
de rodillas con dos tomazos de la biografía del Barón de Coubertain en cada
mano. Me explican que han madrugado un montón para venir hasta Buenos Aires, de
qué me están hablando si yo vivo en Zaragoza, y que en el avión se han acabado
las botellitas de alcohol a medio vuelo y que el sandwich de ternera búlgara
estaba asqueroso. De verdad que lo siento. A mí lo que me mata las tripas son
los bocadillos de salchichas picantes. Cuando llega el alto de la barba pero no
tan alto como el marido de la princesa y mucho menos que el deportista de la
barba que por lo menos mide tres metros, se hace el silencio.
España es un gran país. Un país muy
bonito. Con gente muy amable y guapa. Tenemos sol y playa. Y gente amable.
Porque España es un gran país que tiene una bonita bandera:roja-amarilla-roja.
A mí me gusta España. Y a todos los que nos visitan porque somos un gran país.
Lo demás no me consta. Si nos eligen a nosotros no se equivocarán. Si eligen a
los chinos, ustedes sabrán. Ellos son más grandes pero solo en terreno. Lo malo es que tienen menos playa y
la gente es más fea. En sus manos me encomiendo. Y tal. Este es el resumen del
discurso que me lanzó el señor de la barba alto pero menos que el otro que era
más alto y menos que el más alto que también llevaba barba que llegó más tarde.
Yo solo escuché lo de "España es un gran país". De rodillas y con los
brazos en cruz, me hipnotizó con su lengua viva, envidia de mi vecina del
octavo, y con sus guiños del ojo derecho, claro. Lo que transcribo es gracias a
lo que luego me tradujo Dª Ana Botella ¿Botella? y que me contó en un aparte
mientras se retocaba el peinado y decía que qué pena, que qué injusticia y que
los miembros del CIO estaban dopados. El señor de la barba que hablaba bonito,
el mediano de estatura, seguía soltando su discurso a quien lo quisiera
escuchar. Antes de olvidarse de mí me reprendió por haberme olvidado de la
medalla de oro que ganamos en ciclismo sobre aceras paseando perro con cara de
mala hostia a la vez. Le trasladé mi admiración por dicha modalidad deportiva y
le dije que sobre todo admiraba a los que además hablaban por el móvil al mismo
tiempo. Deberían darles un ministerio de economía más merecidamente que a otros
uno de educación sin haberla conocido y a otras uno de empleo sin haber tenido
uno en la vida. No me toques los cojones, niño, me dijo. Y se fue a predicar en
el desierto.
Me contaron que en el avión se montó un
pollo cuando el señor de la barba que hablaba bonito, el que era el más pequeño
y no el mediano como me pareció cuando me habló estando yo de rodillas, se
empeñó en fumarse un puro tumbado a la bartola en bussines class. Los
guardaespaldas tuvieron que convencer a la azafata recordándole el montón de
parados que había ahí abajo. Como el caviar que le sirvieron le resultaba algo pastoso y el vodka dijo que sabía a
pipí de monja, se empeñó en pedir una pizza familiar con doble de pepperoni y
que le subieran unas botellitas de albariño en el Air Force One. Dijo que
conocía al puto amo de los USA y que si no te valía para esto el haber llegado
tan alto, para que te iba a valer. El otro de la barba que era más alto que
éste que era más bajo pero hablaba muy bien intentaba dormir en su butaca de
oro. Bajo su antifaz se acordaba de los consejos de su padre que andaba, es un
decir, algo cascado y en todo el amor que había en sus ojos cuando le dijo: y
no la vayas a cagar ahora que te corto los huevos, con su habitual campechanía
y el gracejo de los de su estirpe. Este chaval andaba triste, la princesa
acudiría directamente desde Ginebra, Suiza, porque le habían obligado al grito
de no te vamos a ingresar la nómina, y él la echaba mucho de menos. Cómo sería
su nuevo culo. Los dedos se le hacían agua pensando en eso aunque temía que la
rechazaran en la frontera al no coincidir el careto del pasaporte con la nueva
cara que acababa de terminar de ponerse. Envidiaba a su padre, tan ricamente en
Palacio, con su amiga la princesa alemana tan guapa, a la que no se
acostumbraba a llamar mamá pero que seguro acabaría queriendo. Su madre de
verdad andaba de rebajas en Londres y ni en las felicitaciones de Navidad se
quería poner para la foto. Ha venido con su tía, me explicaba Dª Ana Botella
¿Botella? que ya me sonreía y me hacía ojitos, una vieja de pelo blanco y cara
de estar colgada en El Prado, el museo, tú sabes. El Patriarca la ha mandado a
vigilar y pa que no la cague, me dijo con su acento de Oxford que tanto estaba
empezando a gustarme.
El avión no dejaba de moverse. Los
atletas andaban en la clase turista haciendo la conga y tirándose gusanitos de
un asiento a otro. El de la barba, el que era el más alto de todos, tanto que
tuvieron que sentarlo en el suelo para que no se diera con el techo, no fallaba
ni una en el lanzamiento de palomita salada al escote de la azafata maciza. Las
de bussiness estaban más buenas pero eran más ariscas,
las guapas ya se sabe. La nadadora con pinta de alemana entraba y salía del
baño para mojarse la cara pues no estaba acostumbrada a estar tanto tiempo seca
y no dejaba de molestar a uno que corría 1500 metros en su juventud. Tenía cara
de pueblo, regordeta y colorada, y de no entender nada aunque se lo
subtitularan. El comandante del avión dijo por megafonía que se bajaran del
escenario pero ni por ésas. Ellos a lo suyo. Había una actriz rubia recién
embarazada, antes de subir al avión, que nadie sabía muy bien qué pintaba pero
que adornaba mucho. Y una chica de color negro que juraba que era atleta pero
nadie pudo averiguar si era cierto. El resto de los seiscientos pasajeros eran
figurantes y miembros de los más variados comités de siglas dificilísimas. El
fiestón era de aúpa y se acordaban mucho de lo graciosos que eran el tenista
con problemas en el calzoncillo y el de la Fórmula 1 que tenía aquel cuello tan
gordo. No habían podido venir porque les tocaba currar. Una putada. Al fondo,
en una esquina, los periodistas de la tele que no dejaban de hacer fotos y
cantar oé oé oé. Qué tristes se quedaron al día siguiente. Yo no lo entiendo.
Mola más irte a Japón que tener que volver a casa a cenar después de narrar el
tiro con arco. El más apenado era uno que presentaba telediarios y lo hacía tan
mal que lo pasaron a deportes otra vez. No sabía leer lo que le dictaban. Una
pena. Cuando Dª Ana Botella ¿Botella? dijo que por las ventanillas de la
derecha se veía la muralla china, o algo parecido, el boeing 747 casi se da la
vuelta como un escarabajo pelotero.
Otra vez he dormido fatal. Bueno, no os
mentiré, he intentado no dormir para ver si la pesadilla desaparecía de mi
cabeza. Estoy agotado.Pero es difícil no dormir aunque solo sea un momento. Y
entonces allí estaban ellos. El tiempo onírico es distinto al del ordenador y
el café con magdalenas. Cerraba los ojos cinco minutos y vivía un infierno de
horas. He visto a un tipo de largas barbas blancas y gafas
redondas. Me ha dicho que él tampoco podía dormir el sueño de los justos. Los
japoneses habían organizado tanto alboroto, en el cementerio que visitaban para
hacer fotos, que se había removido de su tumba. Se llama Valle-Inclán y juraba
que ni en los mejores momentos de Max Estrella y Don Latino había visto tanto
esperpento. También había un tipo apocado, gris, bastante tímido. Decía que era
Don Anónimo, autor del Lazarillo de Tormes, y que salía de la fosa común a ver
qué pasaba. Jamás en su corta vida conoció tanto pícaro junto. Le he dicho que
no me creía que hubiera escrito la novela y se ha ido llorando, que siempre le
pasaba lo mismo. Hasta el mismísimo Francisco de Goya ha salido de su panteón,
y mira que está sordo como una tapia, con una camiseta negra estampada con uno
de sus Disparates, cagándose en Dios que ni en el más allá puede estar uno
alejado de los imbéciles. Esto ya me supera. Me despertaba, tomaba café, leía
la obra completa que tanto me gusta de un amigo de Tellerda para seguir con los
ojos abiertos y plof. Allí estaba un compañero de trabajo, rubio y fuerte como
un estibador soviético, que me decía que no creyera al segundo más alto de la
barba que se había ligado a la presentadora-princesa. La lucha de clases
existe, el materialismo histórico, la dialéctica hegeliana. EL gordo de melenas
y barba cana se sentía ofendido por el real barbudo moderno y estaba de camino
desde su cementerio londinense para decirle cuatro cosas al gazmoño y su papá.
Tardaría un poco pues había atasco en Dover. El del medio de los Chichos
empeñado en tocarme una rumbita. He gritado que era en el octavo, que eligiera
su agujero favorito y se colara en la morenaza de las tetas de mármol. Y
Francis Matthews no dejaba de llorar cada vez que abría la boca Dª Ana Botella
¿Botella?
Relaxing cup of café con leche, repetía
una y otra vez Dª Ana Botella ¿Botella? cuando aquel tipo dijo algo sobre
Tokio. Un futbolista muy famoso, mientras tanto, comía sushi con una novia muy
guapa que tiene, no tanto como la vecina del octavo pero no está mal, y se
hacía fotos para que todos vieran que se puede ser de Madrid y tener amiguicos
nipones. Y es que el de barba menos alto que hablaba tan bonito
se enfadó mucho y quería declarar la guerra a China. Relaxing cup of café con
leche. El pequeño de gafas que parecía que mandaba mucho y que tenía una bonita
chaqueta azul y una corbata roja muy chula se quería morir. ¿Qué hago ahora con
todo este circo? El de barba alto, pero no tanto como el otro de barba que era
más alto que ninguno y viajaba en el suelo del avión y le habían tenido que
poner dos sillas para que largara su parlamento bien sentado, se sintió
liberado y miró a la presentadora-princesa con infinito amor al tiempo que su
tía, recién sacada del museo de cera, pensaba en su hermano que no andaba, es
un decir, muy flamenco, y en esa princesa alemana tan guapa que se había mudado
a Palacio porque aquél, el padre del enamorado de la del culo suizo postizo
amenazó con dejar de respirar hasta que no le concedieran su capricho. Relaxing
cup of café con leche. Su hijo se acordaba de su cuñado, de lo bien que hubiera
quedado desfilando por ahí a los acordes del himno nacional y que por su mala
cabeza le había tenido que borrar del facebook. ¿Qué hora será en Suiza?
¿Vivirá ojitos azules cerca de la clínica en la que ponen culos a lo Shakira?
Una nube cruzó su regia frente. La velera o velista apoyaba su cabeza en el
hombro de una esquiadora morena que se deslizaba por los Alpes suizos que era
un primor. Un día se rompió una rodilla y le salió culo sin necesidad de
cirugías. Hemos perdido pero nos hemos divertido, alabí, alabá, alabimbombán.
No me lo explico, no me lo explico, aydonunderstán, tanto frotar los 94
miembros del COI, del CIO o como se diga...para nada. Lo peor vino cuando llegó
el fax con el membrete de una corona: se suspende la cena de gala y todos a la
cama a dormir, sin postre. Firmado: una princesa alemana muy guapa. Relaxing
cup of café con leche.
Los deportistas y el resto de la
delegación española duermen en el avión de regreso. Están cansados pero
contentos, exhaustos pero una sonrisa se dibuja en su rostros. A veces se gana
y a veces se pierde, había sentenciado el de la barba que era alto pero resultó
ser el menos alto de todos los que llevaban barba en el Hilton y alrededores.
Afortunadamente parece que le han quitado la idea de bombardear China y se entretiene haciendo volutas con su enorme
puro habano opositor. Cuando anunciaron la derrota, medalla de bronce, y les
dejaron sin postre, nadie quiso subir a sus habitaciones. Invadieron Puerto
Madero, una zona muy chic de Buenos Aires, y empezaron a pedir relaxing vodka
con naranja, relaxing vodka con limón, relaxing vodka con vodka. Las penas con
relaxing son menos penas. Bebían y bailaban, bebían y se tocaban, bebían y
bebían. Entonces sucedió. Al de barba que era el más alto de todos, y cuya
cabeza veían como un faro en la niebla desde cualquier punto de la fiesta, le
dijeron que bailara el limbo. Se descojonaban pensando en su corpachón doblado
hacia atrás para pasar por debajo del listón. Pero tuvo una idea mejor: él
haría de listón. Se sacó su enorme miembro erecto y gritó con atronadora voz
que ya podían empezar a pasar por debajo de su pirulo. Y así lo hicieron. Uno
tras otro todos fueron rindiendo homenaje al mástil horizontal, envidiado y
deseado a partes iguales. Vodka a vodka la ropa iba cayendo al suelo y aquellos
jóvenes de cuerpos tersos y corazones resistentes dieron una lección olímpica
al mundo entero. Juraría que Dª Ana Botella ¿Botella? dijo lo que yo entendí.
Se quitó la bandera de España, roja-amarilla-roja, que no había abandonado en
todo el día y se quedó vestida nada más que con un bonito collar de perlas,
parecido al de mi perro Toby, y dos gotitas de Chanel number five. Quiero
practicar sexo anal contigo, entendí. La miré, incrédulo y admirado por la
tersura de sus pechos, y le pedí que pensara en su marido, en su hija, en los
bigotes, en su yerno, en el arzobispo de Cuenca. Dijo que el anal si era con
amor no era pecado y que además no había que utilizar los prohibidísimos
anticonceptivos. No me dio tiempo a decirle que me acababan de hacer la
vasectomía, no sabía cómo se decía en inglés. Nunca olvidaré los glúteos de
aquellas chicas ni las manos de sus cirujanos. Chicos y chicas de todos los
colores y estaturas, depilados y sin depilar, de clases e ideologías
variopintas unidos para formar los aros olímpicos. Me emociona recordar el
ejemplo que estaban dando al mundo entero que no nos supo entender. Se han
acabado las gomas, gritaban los maratonianos. Conocidos son estos problemas que
siempre suceden en las villas olímpicas. Making anal sex, relaxing anal sex,
recomendaba nuestra musa con formidable acento del Soho londinense. No se vayan
a condenar. Me desperté mojado y apareció un abuelo con boina.
El abuelo se apoyaba en la barra de un
bar, bebía un chato de vino y fumaba celtas cortos sin boquilla. Ya no quedan
hombres como los de antes. Llevaba una boina igualita a la del mío, la misma
boina que yo llevaré un día para que no se me enfríe la cabeza. Estoy deseando
que se me caiga el pelo. Me mira y me dice muy serio que si nos hemos vuelto
todos locos o qué. Me encojo de hombros. ¡España no tiene el coño para ruidos, joder! ¿No tenéis nada mejor en
que gastar el dinero, idiotas? Yo le digo que es una inversión, que ya salimos
del túnel, lo de los brotes verdes, que la prima de riesgo... No has aprendido
nada por mucha universidad que hayas pisado, me dice negando con la cabeza. Se
parece un poco a mi abuelo, le pregunto que qué tal le va. Me dice que bien,
que en el cielo ven todo el día partidos de la NBA en el que sale el negro ese
pelao tan bueno, el 23 rojo. Empiezo a dudar que sea mi abuelo, no le imagino
en el cielo, no era ni de santos ni de vírgenes. Me dice que aún se oyen las
risas por todo el Paraíso después de los discursos de los politicastros, del
principito y toda la camarilla. ¿A dónde vais con esa gentucha, hijo? ¿No os
dais cuenta que jamás ganaréis nada con ellos? Le digo que no se ría de la
delegación que fijo acaban todos en el cielo, quiera Dios que dentro de muchos
años, con él. Se ríe y me suelta un ¡los cojones! que aún me retumba en mi
cabeza hueca. Son un esperpento, unos espantapájaros, imposible que entren en
el Reino de los Cielos. Me habla de una aguja y un camello. Luego le oigo algo
sobre un gobierno honrado, una república justa y gentes de bien. El viejo
chochea. ¿Quieres algo más, abuelo? Me divertía más con los ojetes de los
olimpistas... Abro los ojos y ya no está allí. Ya no queda nadie. No voy a
volver a dormirme, y si queréis un consejo, si yo fuera vosotros tampoco
volvería a hacerlo. En Hollywood hay películas que lo explican. No recuerdo
cómo acababan, qué hacía el bueno, o sea yo, para derrotar a los malos. Por eso
voy a dejarlo aquí, estoy cansado para seguir escribiendo. Nunca más cerraré
los ojos, no soportaría más lecciones de inglés. Por cierto, el sexo anal es
cojonudo. Os lo recomiendo.