lunes, 26 de abril de 2010

CONCURSO RELATOS HERALDO

Tengo el gusto de publicar, en lo que se ha convertido casi en una tradición, el relato perdedor del último concurso del Día de San Jorge organizado por Heraldo de Aragón. Se llama Microscópico y habla de un aragonés ilustre. El año pasado le tocó a Goya. Y el que viene...

Te recuerdo de blanco lino y mal afeitada barba, guiñando los ojos bajo el abrasador sol del verano americano. Aquí hace frío y un pájaro desorientado me mira titubeante desde su acogedor agujero de madera. Al otro lado de la ventana, los arbustos parecen echarse encima de mí y me asusta enfermar de malaria y no regresar nunca más. Levanto la vista y veo palmeras, helechos y cien variedades que ahora me apena no reconocer. Y es Ramón y Cajal tomando las aguas en un balneario alfonsino, con su arrinconado ascensor al que ni las carpas del lago querrían ir a parar. Santiago se ríe a mi espalda, ahora debe andar en el Paraninfo, tableteando el embaldosado pasillo, cansado de mirar por el microscopio y no ver lo que sabe que debería ver. Le ha quedado el andar bamboleante de los que vivieron en un barco de vapor o fueron heridos por las flechas de los indios.

Nacimos por segunda vez aquel día del setenta y cinco en el que nos dijeron que preparásemos nuestras cosas, que embarcábamos hacia España. Flacos, ojerosos y magullados , formamos un improvisado concierto de tos y lágrima, abrazados en la penumbra del barracón, la mente en el horizonte de un mar inacabable. Ramón y Santiago, Santiago Ramón, los ramones como algunos nos llamaban, los inseparables amigos supervivientes preparando las maletas rumbo a casa.

Tú volviste a la Medicina, a estudiar, a investigar, a leer sin pausa, a vivir a ratos. Yo tuve que ganarme la vida como pude, tiempos de alambre para alguien sin recursos. Pasaron los años, muchos, demasiados, hasta que nos encontramos una tarde después del café, paseando por el Coso. Te reconocí al instante. Poco pelo te quedaba pero la misma mirada soñadora de siempre. Cuando te llamé por tu nombre algo brilló en tu sonrisa. Ramón, cuánto tiempo. Entonces me enteré de que te habías casado, que habías tenido dos hijos, Fe y Santiaguito, que habías estado en Madrid, en Valencia, que la gente venía de muy lejos para escuchar tus clases. Me sentí poca cosa, imposible no hacerlo ante un gigante como en el que te habías convertido.

Paseamos un rato, te conté de mi vida, te dije alguna mentira. Me invitaste a entrar en la Facultad, en tu despacho, en tu laboratorio. Andabas detrás de no sé qué cosa del sistema nervioso. Me dijiste mira y acerqué torpe y avergonzado mi ojo al microscopio. Nunca olvidaré aquellas imágenes. Sentí que estaba cerca de algo importante. Las manos me sudaban y sin querer me apoyé en una de aquellas plaquitas de cristal. No te preocupes, aparta un momento, voy a comprobar que no se ha dañado la muestra. Tu calva se abalanzó sobre el aparato, te quedaste callado. Al cabo de un tiempo opaco, levantaste la mirada y me pareció que aguantabas las lágrimas. Lo tengo. Cuando volviste del lugar al que te llevaron tus pensamientos, recordaste que yo estaba a tu lado. Perdóname, se hace tarde, me ha encantado charlar contigo, espero volver a verte.




miércoles, 21 de abril de 2010

EL FEISBUC, UN MILLÓN DE AMIGOS Y UN CHALAO.

Me acabo de topar con esto... y no sé cómo tomármelo. Me empiezo a preocupar o me lo tomo como un homenaje. Hay tanto desaprensivo...

No voy a negar que estoy nervioso. La primera vez es así. Llevo tiempo pensando en apuntarme a esto del feisbuc y después de unos días de estudiarlo... aquí estoy. Me gustaría tener un millón de amigos, como el de la canción. Me parece una cosa muy interesante esto de las redes, también lo profetizaron los de Objetivo ...Birmania cuando lo de los amigos de mis amigos son... mis amigos.Creo que de eso se trata. Espero vuestras solicitudes de amistad, enlazar de un sitio a otro, llegar hasta el último ser de la Tierra civilizada. Soy un tipo tímido, si esto lo hubiera yo conocido en mi época del instituto... Soy tan tímido que no me he atrevido a utilizar mi verdadera identidad y mucho menos a colgar mi foto, aunque no estoy nada mal.Me he permitido tomar como alter ego al conocido escritor zaragozano José Antonio Lozano, La fotaca de al lado, lo leí en una biografía apócrifa, es la de un tío segundo suyo, un primo de su padre al que le dio por la música y enrolarse en un grupete flamenco-rock de los setenta. Afortunadamente su gusto estético lo heredó de la rama materna.Pues nada, lo dicho, aquí estoy. ¿Qué se hace ahora? Espero tumultos de peticiones, ser amigos en la red y mañana cuando nos veamos en el trabajo, mirarnos a los ojos y sentirnos distintos, especiales. Pero ahora que lo pienso, no sabéis mi verdadera identidad, mi Peter Parker, o soy Spiderman... ¡Qué difícil es vivir en el futuro y cuánto tengo que aprender!Bueno, me da igual. Aunque no nos conozcamos de nada podemos ser amigos, así es esto del feisbuc y la vida moderna.

sábado, 17 de abril de 2010

AL RITMO DE JOAQUÍN

"El ritmo de los acontecimientos"
Joaquín Pascual (2010)



Los dos acordes de la guitarra eléctrica resuenan en el vacío. Alguien ha tenido un accidente y necesita recuperarse, tranquilamente, en un sanatorio donde quizás tome las aguas, donde a lo mejor recibe el sol en la cara sentado en una silla de ruedas. NO. Un grito le trae a este lado, tiene visita, la banda ha venido a tocar junto a él. La energía se libera en el espacio y parte en dos la velocidad mientras el tiempo se sienta a mirar. NO, de nuevo. Teclados y pandereta brillan en el espejo retrovisor, la chica insufla aire en sus pulmones llena de amor. El tren se detiene, va parando lentamente, es el final del viaje.




Una línea de teclado aparece lentamente acompañada de una guitarra. Una tarde de verano con un calor sofocante, casi puedes notar una gota de sudor que recorre tu espalda desnuda. Añoras el frío, desearías meterte en el frigorífico a la vez que el pulso se acelera, unas teclas empujan las palabras entre cubitos de hielo de formas irregulares. Vuelta a la tranquilidad para ver a la guitarra que se acerca despacito desde atrás. Un moscardón agarrado en una nota cae como un avión abatido por el fuego enemigo en un tazón de leche. Es el circo, El Niño Gusano y la parada de los hombres increíbles. Ya no podía esperarte más y tuve que salir corriendo. La voz se enfada y aporrea la guitarra en el eco del desierto.



Con la desnudez de una voz y una acústica, metido en un armario rebuscando entre las camisas olvidadas. Pocas palabras bastan para pintar una metáfora. Los cantautores han vuelto y Nacho Vegas esboza una sonrisa desde un rincón.



Despierto sobresaltado al ritmo de una eléctrica acelerada y un bajo saltarín que chapotea entre los charcos que dejó una tormenta en primavera. Preguntas sin respuesta y la soledad de alguien que busca un día más. Otra guitarra de fondo crea algo parecido a un muro de sonido, el rumor de la confusión y una mente aturdida por el tráfico de una ciudad inhóspita.



Descansar. Una acústica marina en el fondo del mar, el eco se envuelve en la lentitud que chorrean las gotas que resbalan entre las cuerdas. Lento resuena el vacío mientras el sol se sitúa en lo más alto, el mar es un espejo y un coro masculino me lleva al lejano oeste. Henry Mancini y el cine de los cincuenta. La espuma se confunde con los arbustos que recorren la polvorienta calle vacía. Los párpados se cierran acunados por un punteo eléctrico mínimo y la voz trae el coro a primer término en los raíles de un plano medio que se acerca. Funde en negro.



Mo Tucker se sienta en la batería, aporrea los timbales que le regalaron los de la Velvet y la pandereta que Sergio le tendió desde el cielo. Como no tenemos violines haremos Venus in furs con la guitarra, repetiremos el ritmo en este mundo tan pequeño. Brillantes botas de cuero. Búscame. La música se apacigua para que lo escuches bien. Si estás pensando abandonar... La trompeta de los gitanos te traerá de nuevo a casa.



Me gustaría tener la ayuda de Dios para contarte lo que quiero. Veamos. Trajiste la guitarra eléctrica acuosa que un día tiraste al mar. Si no te electrocutaste será que tienes un ángel custodio. Me imagino un arpa hecha de coral. Reverberación. Las olas del mar las fabricaron los de Polar. Ritmo en la guitarra y la voz susurra temblorosa. A cada hora tengo un accidente. Parón y vuelta a empezar. El atropellado ve su vida a cámara lenta en un doloroso flashback. El bajo acolcha el camino. Minuto dos, segundo diez. Ciento treinta segundos después la batería y el teclado te llevan al cielo. Un buzo impregnado de mercromina emerge desde el mar abisal, la luz está ahí arriba, el oxígeno vuelve a inundar tus pulmones. Y das vueltas y más vueltas, el pulso se acelera y caes hipnotizado. Yo la tengo, la Velvet otra vez. Hay canciones que valen un disco. Hay canciones que te hacen tragar las lágrimas. Y no era esto.



Despierto de nuevo en un déjà vu, el ritmo de la batería me sobresalta y me invita a salir corriendo. La voz canta con ímpetu, se dobla a sí misma con ganas, demostrando que es verdad. El platillo descarga la tormenta mientras ellos se besan con fuerza bajo la lluvia. Tantas veces lo vi en la pantalla.



Otra vez al borde del mar. Las olas nacen y mueren a mis pies, se repiten, se enredan, se suceden mansas y tiernas. La voz se hace coro aparentemente y acelera un poquito en el estribillo. Disfrutando lentamente en un amanecer equivocado de ocaso.



Basta de palabras. Un guitarrico que pudiera ser un ukelele, la voz femenina que hace un coro en el vacío resaltado por un punteo eléctrico. Y es el oeste, el desierto de La Mancha de viaje por Almería y la música de Algeró en las películas españolas de los sesenta. La acústica acaba con el ruido y sopla el viento por fin. Lo barre todo.



Una guitarra eléctrica triste, te la cambio por un banjo, agarrada por las bridas igual que un caballo que se marcha del pueblo. El bajo marca el ritmo de los cascos en el empedrado. Ha sido derrotado, se va sin lo que vino a buscar, sabe que ya no lo conseguirá. Eastwood masca tabaco. Muni y Paco ven caer el sol desde el porche de la casa. Barba de tres días jugando con una navajita que hace una pistola de un trozo de madera. Los frijoles borbotean a fuego lento en el puchero. La voz del protagonista se eleva sobre el coro. Hay que dejarlo todo bien hecho y bien dicho. Por lo que pudiera pasar.



Canción descarnada, esquelética, desnuda. La voz metida en un armario o en el blanco baño de un hospital. Tesis: No puedo contestar. Te lo intento explicar mientras paseo con el perro y el animalico... ya se sabe. Todo va pasando. La vida como un rasgueo de electricidad.



Ritmo acústico, punteo eléctrico, bajo y voz doblada. El vídeo mató a la estrella de la radio. Imágenes que otros pensaron por mí. Cabezas metidas en bolsas de papel nos impiden mirarnos a los ojos. El cielo y el perro nos engañaron. No sirve de nada rastrear en los demás. De nada.



Voz en alto que vibra, salgamos de debajo de la manta y levantemos la cara. Como se queda el mundo conmigo. En misa de once con las guitarras apoyadas en los muslos y el pelo lacio adornado con un lazo.



Enchufa, por favor. Una voz fuerte, casi enfadada. Ruido de fondo y un tambor aporreado. El rasgueo me araña la piel. Heroin mezclada con speed , aguja en vena, aspira, introduce, recorre y quema. Paz por un momento que se acelera enseguida. Blanco y negro. La noche y el día. No me quedaré a dormir, aún es de día y esta no es mi casa. La voz se ahoga dentro, el ruido desaparece al salir a la calle. Escapaste por poco. Tenías razón. Era de día.



Uuuuuuhuh la voz de Ana acaricia un teclado en medio de la eléctrica suave y lenta. Una nota marca la línea que se repite. Voz susurrada teñida de mercromina, otra vez. Dibújame un paisaje apocalíptico futurista con Mad Max viniendo a lo lejos. Ciencia ficción entre piedras calizas. El efecto amor. La melodía surge en el estribillo. Sorprende la complejidad estructural, una catedral hecha de palillos. Teclado sigue en línea recta y el bajo repite seis notas sin parar. The Doors acaban de chocar contra un cactus en el desierto de Arizona. Los buitres sobrevuelan y el espíritu de los indios resuena con la eléctrica que se impone desde atrás. Ruido creciente, son los pájaros que revolotean en lo instrumental. Acople y distorsión. Oigo disparos o será mi corazón.



Un punteo semiacústico y debajo una línea de ruido. Lo importante es dar amor a los demás, es tan sencillo. Emociona su recuerdo, el tiempo pasa y eso quedará. Misticismo detrás de la esquina. Sube la voz. Al menos lo intenté.



Llevo días perdido. No pienses en ello, no seas tonto. Acústica y voz. La melancolía se cuela por los surcos. Podría decirte que alguien ha muerto. Hay que volver a empezar. Las gotas de dolor supuran al fin, accidentes, pérdidas, cambiar los trajes y aliviar el luto. Me gustaría compartirlo. Puede que ya lo haya hecho.



Acabemos en alto. Doblaré la voz para hablarte de carreteras y mapas en el cielo. No queremos ser mejor que nadie. Me acuerdo, por último, quizás escuchar sea recordar, de My Bloody Valentine y su Loveless. Maravillosa la voz femenina, no sé cómo llamarlo. Me gustaría cerrar los ojos y tumbarme en la hierba húmeda. Joaquín también hace el coro. Ya somos tres. Cierras la contraportada del libro y te quedas con él un rato entre las manos, apoyado en el pecho, resistiéndote a volver a la vida real que se empeña en despertarte.

jueves, 15 de abril de 2010

UNA SONRISA TERRIBLE

No podía creer lo que estaba viendo. Y eso que lo tenía ahí, a escasamente un metro de su vista, en el trozo de césped que se esforzaba por dar un poco de naturalidad a la gran ciudad. Se la encontró en uno de los bancales que separaban la acera del asfalto y pasada la inicial incredulidad, agachándose un poco para confirmar su primera impresión, vio que no le engañaban sus ojos. Era una dentadura. Para ser más concretos, la mitad de una dentadura, con su material sonrosado y su hilera de dientes. Allí estaba, una hermosa media dentadura, boca abajo que parecía estar pastando, entre una colilla, una caca de perro y una chapa de Coca-cola.

Lo que más le llamó la atención es que se encontraba en perfecto estado, reluciente, incongruentemente limpia para hallarse en tal situación de abandono. No hubiera podido precisar si se trataba de la parte superior o de la parte inferior, sus escasos conocimientos odontológicos no daban para más. Su aproximación a este mundo, al menos hasta este momento, se limitaba a la admiración infantil que le producían los colmillos de Drácula, al lejano recuerdo del ratoncito Pérez y a sus traumáticas y esporádicas visitas al sillón de su vecino dentista. Unas cuantas muelas por aquí, unos incisivos por allí y una inmaculada prótesis de un bello rosa anaranjado, era lo que tenía frente a sí.

Vencida la sorpresa y el asco inicial, se decidió a coger el artilugio con la precisión de un neurocirujano, utilizando pulgar e índice de la mano derecha previamente protegidos por la enorme hoja caída de un plátano adyacente. La miró, la remiró, le dio la vuelta. Sí. Una obra de arte de la estomatología, un bello ejemplar que bien merecía otro destino más allá del que el azar le había otorgado. Casi podía aventurarse a confirmar, en los foros científicos correspondientes, que aquello que brillaba eran restos de saliva. Esta idea le produjo un escalofrío que le hizo soltar de inmediato su hallazgo, su pequeño tesoro. Este cayó desordenadamente a tierra, al lado de sus eventuales y menos sofisticados compañeros, quedando con una expresión de desamparo que le produjo lástima. Rápidamente se agachó de nuevo para comprobar que la sonrisa estaba intacta. Suspiró aliviado. Una conversación a su espalda, el ruido de un coche ajeno a la tragedia, el traqueteo de unos tacones le sacaron de su ensimismamiento y le devolvieron al aquí y ahora. A punto estuvo de meterse el aparato en la boca cuando quiso alejarlo de indiscretas miradas y de explicaciones incomprensibles. Un rastro de cordura depositó el marfileño conjunto en el bolsillo de su pantalón.

Le costaba hacerse una idea de cómo habría ido a parar hasta allí y eso que él no andaba mal de imaginación precisamente. Que se lo preguntaran a su prima Montse para que recordara las tardes de verano, a la hora de la siesta en el desván de la casa de la abuela. Había oído historias acerca de dentaduras olvidadas en un vaso, encima de la mesita del cuarto de alguna putilla al que había ido a parar un abuelete deseoso de recordar vigores olvidados. Dentaduras guardadas en un pañuelo, en el bolsillo de la americana del familiar que aguardaba la salida, que no se produjo, del quirófano. Prótesis rescatadas por el codicioso incinerador justo antes de que el fuego consumiera para siempre el cuerpo sin vida. Piezas dentales arrancadas para no dejar rastro que seguir por la policía, en la investigación de un crimen no resuelto, quién sabe si aún por cometer. Dentaduras de un ser amado reutilizadas obligados por la penuria y una pizca de fetichismo. Historias increíbles que no podían justificar la presencia de su media sonrisa.

Mientras se alejaba del lugar de los hechos, ocupado en darle una explicación a lo sucedido, el politono de su móvil le arrastró de nuevo a ras de suelo. Cuando lo extrajo del bolsillo del vaquero, justo un segundo antes de contestar, se dio cuenta de que la dentadura volvía a recobrar su libertad bajo la incrédula mirada de un paseante. El encontronazo del diente con el asfalto y de los ojos del mirón con su conciencia no quedaron sin consecuencias. Una mella en el esmalte y una irresistible sensación de vergüenza fueron la respuesta. Se sentía un fugitivo, un apestado que guardaba un secreto y que en cualquier momento podía ser interrogado acerca de aquel disparate. No podía seguir así. Decidió acabar con la situación devolviendo al incómodo pasajero al lugar donde lo encontró y que no debió abandonar.

Dando la espalda al lugar del crimen, imaginó aquella mitad en la hermosa boca de una joven, víctima años atrás de un terrible accidente que la obligó a reconstruir su expresión. Pensó en los dientes que echaban de menos a sus compañeros de viaje, añorando el entrechocar de su pareja, sintiéndose huérfanos y ortopédicos. En la dentadura que había malogrado la carrera de un actor que no superó con éxito la prueba para su incorporación a la compañía de teatro de vanguardia. En aquella madre que no pudo contar el cuento de costumbre al niño reticente al pijama y las buenas noches. No merecía aquel final. Debía buscar una solución al enigma recurriendo, si era necesario, a las fuerzas del orden y a los medios de comunicación. Animado por esta idea deshizo el camino de la huída. Cuando llegó al escenario, el protagonista ya no estaba. Pese a la angustia que sentía, no pudo dejar de fijarse en unos ojos que esquivaban su mirada, en algo parecido a una mueca de felicidad.

domingo, 4 de abril de 2010

DOMINGO DE RESURRECCIÓN

En Sevilla a las cinco de la tarde de muchos días como hoy, la gente se arremolinaba en la plaza para ver a Curro Romero torear y aguardar el milagro.

En Zaragoza al mediodía he visto a un buen amigo tocar el tambor a cara descubierta proclamando que Cristo ha resucitado y que todos tus pecados te han sido perdonados.

En Huesca, bien de mañana, El Diario del AltoAragón publicaba la segunda parte del serial que cuenta las andanzas de una familia durante casi cien años sin soledad. Letras impregnadas de sentimiento religioso. O algo así.

http://www.diariodelaltoaragon.es/SuplementosNoticiasDetalle.aspx?Sup=1&Id=622949

EL UNIVERSO Y ANTONIO ARIAS

Vi un cartel en la puerta de un bar de bocadillos. Antonio Arias, Multiverso. Café Hispano. Pensé que el maestro iniciaba gira en solitario, en plan cantautor con su guitarrica para espacios íntimos. Nunca vi un concierto en el Hispano e imaginaba audiencias maduritas tomando cafés con unas gotitas mientras el líder de Lagartija Nick recitaba sus canciones sobre una silla de mimbre. Error.

Por una de estas casualidades, un día acabé en el myspace de un grupo zaragozano que contaba con Antonio Arias como amigo. Rápidamente cliqué y me encontré de golpe en mitad de las galaxias. Multiverso es la nueva propuesta de Don Antonio, un disco conceptual y que me perdonen, que gira, gravita y levita entre las estrellas y los telescopios. Casi había olvidado la cita zaragozana y a punto estuve de perderme uno de los conciertos más interesantes de los últimos meses.

Clásica formación rockera en escenario de bolsillo y audiencia familiar. Acodado en la barra, a escasos metros de los músicos, disfruté del buen hacer y las ganas de uno de los referentes de la escena musical española de las últimas décadas. No hablaré de Omega ni de Morente ni de Val del Omar ni de Lorca... Todo está escrito ya. Lo que sí me gustaría reclamar es un poco de atención para su última obra, esta singular mezcla de ciencia, poesía y distorsión. ¿Belleza? Una pena que los decibelios en exceso impidieran paladear las sensacionales letras de Multiverso. Leo que las han escrito astrofísicos, poetas, científicos de constelaciones adyacentes a la de Arias. Joyitas engarzadas en polvo cósmico.

Y no es lo que quería contar. Me sentaba para decir que tras el decepcionante Larga Duración me he reconciliado de nuevo con este monstruo de la escena y sus nuevos compañeros de viaje. Que si no sabemos apreciar esta aventura... mal vamos. Con algo más de rodaje la nueva formación puede dar noches de gloria. Mención especial a los dos bises que nos regalaron, una impagable versión de Paperback writer de los Beatles y de un tema de los granaínos Los Ángeles, si mal no recuerdo.

Acabar con mención especial a los teloneros, los zaragozanos El hombre lento, realmente interesantes y con un directo demoledor.

El vídeo es gentileza de gmolino, omnipresente en las actuaciones musicales de la noche zaragozana. El próximo día prometo saludarte y espero que inmortalices mi careto junto al de alguna estrella del rock patrio.