sábado, 20 de junio de 2009

LOS CARACOLES Y YO


















Me encantan los caracoles: Vivos o muertos. Ha sido así desde mi más tierna infancia. Uno de los primeros recuerdos que me vienen a la mente es yo mismo, vestido con la camiseta del barça (ya lo siento) agachado en el corral de mis abuelos (ya lo siento de nuevo, mis abuelos no tenían jardín) martirizando a las pobres hormigas que pululaban por allí, buscándose la vida. Vale, pero a ti lo que te gustan son los caracoles, ¿no, tío?. Sí, sí, a eso iba, si me permites, majete, voz en off, inconsciente colectivo o como coño quiera que te llames. Empiezo de nuevo.

Me encantan los caracoles. Sí, ya lo he dicho pero es que quiero que quede clara la idea o leit-motiv de este relato (perdón cuento) que no hace sino empezar y ya se está descalabrando. Ya sé que el tema no da para mucho, ¿caracoles?, Lo siento, amigos. Fue una humorada de un compinche, no sé si el de arriba o el de abajo, sí, el de los textos a medias, menudo personaje. Él propuso el tema. Ya está, tío, los caracoles. ¿Caracoles? (Como muy bien has dicho unas letras atrás).Yo hubiera propuesto otro tema, tantas cosas por decir, tanto que escribir. Pero... caracoles, amigo, lo siento. Quedas advertido y si lo prefieres puedes dejar aquí mismo la lectura y volver a tu vida cotidiana llena de peligros y emociones. No te lo tendré en cuenta, de verdad, sin rencores. Puff... Comienzo de nuevo. Tercer y último, espero, intento.

Me encantan los caracoles. De verdad. En tanto en cuanto animalito de la fauna salvaje ¿española? ¿Europea? y/o ¿mundial? (¿Podemos llamar salvaje al caracol?) Dentro de la familia y género, subgénero correspondiente (Léase artrópodo, gasterópodo o lo que sea...) me da pereza ir a google a documentarme para adscribirlo como Dios manda y quedar como un puto sabio del mundo del caracol animado. Tíos, ya os he dicho. Este cuento es un encargo y encima no remunerado. O sea, que cada cual lo clasifique donde le venga en gana y si tú sabes perfectamente qué tipo de bicho es, pues enhorabuena, majete y ójala te den la beca "Amigo Félix" (Rodríguez de la Fuente, ya sabéis, el que era amigo de toda la peña animal y se estrelló en un cacho hielo allá por Alaska, Groenlandia o vaya usted a saber). Paréntesis dentro de un paréntesis. Huelga decir, que si no me he documentado para lo de la familia caracolín, que a fin de cuentas es el protagonista de este relato, menos lo voy a hacer para ver donde cascó el pobre Félix, famoso también por la canción que le dedicaron Enrique y Ana. (Si has puesto cara de amiquemeregistren, es que tienes menos de treinta y tantos. Suerte que tienes, perillán, dedícate a perseguir chavalas y/o chavales y no pierdas el tiempo leyendo esta tontada en el ordenador. Si yo tuviera tu edad...) ¡Ostras! Me he perdido de nuevo. Queda claro que esto es un relato de ficción y no una magistral sobre el caracol y sus métodos de apareamiento. Venga. A la cuarta va la vencida.

(Querido lector: No es muy usual empezar un texto así, con paréntesis y una llamada tal, pero es que no voy a escribir de nuevo lo de que me encantan los caracoles. Ya lo he dicho. Usa un poquito la imaginación, macho. Seguimos) Me apasionan los caracoles. Estos moluscos (Joder, al final me habéis hecho ir a la wikipedia a documentarme del tema. Sois de lo que no hay. Moluscos, eran moluscos. Seré bruto... Una de nota. ¿Cómo se llama la ciencia que estudia la cría de los caracoles? Helicicultura. De nada. Nunca se sabe cuando te puedes estar jugando trescientos mil euracos en un programa de la tele. ¿Helicicultura? Claro que sé lo que es, lo leí una vez en un relato de un tipo que conocí en tusrelatos.com. Fanfarrias, luces, algarabía, azafatas en bikini y tú saliendo a hombros del plató. A medias, ¿vale? Y si no, puedes justificar ante tu madre, mujer, esposo, y/o/u jefe, tu adicción a esto de Internet y de escribir y encima publicar, cosicas en la red. Lo siento, agente, no vi el STOP porque estaba leyendo en el portátil, está mal, lo sé, un articulazo sobre los últimos avances en helicicultura. ¡Qué bien! ¿Qué es usted miembro fundador del club de amigos de la helicicultura de Cerdanyola? Perdón a los cerdanyolenses o cerdanyolanos presentes en la sala pero es que en algún sitio había que decir, por rematar el gag y eso. ¿Vale?. Sí, soy miembro, decía el agente de la autoridad al que nos referíamos un poquito más atrás. Aclaro para los más desmemoriados. Qué suerte. ¿Unas cervecitas y olvidamos lo de la multa y la retirada del carné? Se me está yendo el santo al cielo, otra vez. No termino de rematar el cuentecico. Venga, va, en serio).

El caracol. Ese gran desconocido. Os animo a que profundicéis en el tema que yo sólo he esbozado. No os arrepentiréis, de verdad. Lo del hermafroditismo da para mucho. Idea para un cuento. Por no hablar de lo de ir con la casa a cuestas, de los cientos de chistes que se han hecho a su costa, cornudo, baboso y arrastrao, del gusto que da ir a cazarlos, bueno, cazar, cazar no es el término pero ahora sí que paso del Servicio de Documentación, después de una tarde de lluvia en tu pueblo. ¿Qué no tienes pueblo? Sal a buscar uno ahora mismo, carnuz, que aún vas a conseguir que me enfade. En fin, que el tema es inabarcable y eso que sólo hemos puesto la lupa en su faceta en movimiento que si hablamos del caracol muerto en sus distintas vertientes culinarias (con tomate, a la llauna, con ali-oli, con jaceite...) no terminaríamos nunca. Un mundo, amigos, un mundo. Hasta tentado estuve de hablar de la vida después de la muerte de un caracol, pero me retuve por miedo a lo que pudiera pensar Ratzinger. Cita culta. El gran Julio Cortázar escribió un cuento sobre el axolotl, grande muy grande, si no sabes de qué te hablo deberías leerlo. Iba sobre un tipo que adoraba los axoltl, lo podemos cambiar por caracoles, y terminó siendo uno de ellos. Yo iba a hacer un homenaje-plagio pero al final no me atreví por el copyright y por si tiene un heredero enmascarado detrás de algún seudónimo como Elizabetha, Chiropteran, Toribio, Khamy o vaya usted a saber. En conclusión.

Me gustan los caracoles. ( Por cierto. ¿Lo meto en hiperbreves, científicos o de amor?)

2 comentarios:

Luis Borrás dijo...

A mi madre le dan asco. Pero en mi casa somos grandes consumidores de caracoles. Es uno de mis recuerdos de la infancia. En la torre de Cuquet. Después de la lluvia. Un pozal y a las fajas, entre los frutales a buscar caracoles. Después en una plancha (llauna), en el hogar, sin purgar en la caracolera de mimbre, con una pizca de sal, soltando toda la baba mientras se cuecen. Y si podías hacer ajaceite, están de muerte, muerte, muerte.... A mi madre no le gustan pero cuando voy a su casa siempre me prepara de primero caracoles y de segundo conejo. Y yo disfruto como un niño.
Yo abriría una nueva etiqueta de culinarios
Abrazos.

JALOZA dijo...

En la temporada que pasé en Barbastro, hoy la recordé con una compañera, me aficioné a llaunas, conejos, jaceites y ali-olis. A mi madre tampoco le gustaban ni una cosa ni otra. Me tuve que buscar la vida... jejeje.

En mi memoria un dicho de mi bisabuela: "Abora,abora... vale más la salsa que los caracoles".

Vidas paralelas.