martes, 14 de julio de 2009

NATACIÓN

Me voy a dar un baño, no aguanto más. Se levantó de la toalla, se calzó sus sandalias de surfista y se fue hacia la piscina. Apretó el botón de la ducha y agradeció el contacto frío del agua sobre su cabeza. Qué calor. Acabado el impulso, se pasó la mano por el pelo para echarlo hacia atrás y se colocó el preceptivo gorro. El nublado cielo le impedía calibrar la limpieza del agua gris de la pileta. Algo le hacía sospechar que no demasiado. Hojas de varios tamaños, provenientes de los árboles cercanos, se acercaban a la orilla para confirmar su impresión. Bueno. Se sentó, nunca fue amante de alardes acrobáticos a la hora de zambullirse, y discretamente entró en el agua. Templada. Gorritos multicolores, como bolas de billar flotando en una balsa de plomo líquido, le hicieron calibrar el número de nadadores. Se podría mover a gusto y desentumecer sus pobres hombros. Apoyando los pies en la pared, tomó impulso y comenzó a nadar a braza, su estilo favorito. Notó como si flotara más que de costumbre, se sentía dueño de su cuerpo, de un modo que no lograba recordar. Con ligerísimos movimientos avanzaba plácidamente buscando la otra orilla. Acompasando la respiración, disfrutando del instante, sintiendo su cuerpo recorrido por el placer. Tocó la pared y se puso de pie. Le parecía increíble lo rápido que había llegado y la total ausencia de cansancio. Repitió la operación buscando el punto de partida. Se acordó de un chico con el que coincidió varias veces, siendo niño. Un chaval que vivía unas calles más allá de la suya, muy delgado, rubio, ojos azules y venas marcadas en los brazos. Callado, diríase que triste. Sólo se animaba cuando alguien le retaba a correr. A qué no le ganas a José Antonio, te dejamos hasta ventaja, niñato. Parecía que su vida consistiera en correr y correr, por el simple gozo de hacerlo. Sumergió un poco más la cabeza, expiración, sacarla del agua, inspirar... una y otra vez. Los ojos le escocían por el cloro pero merecía la pena. Tocar la pared y vuelta a empezar. Algo así debía sentir José Antonio. Mente y cuerpo unidos en el esfuerzo. Felicidad plena. Apartaba el agua con mimo, acariciándola, las palmas de sus manos hacia afuera, abriendo un camino invisible por el que deslizarse. Aceptó el reto. No se le daba mal. Venga, una vuelta a la iglesia, el que toque primero la mano de Mario, ha ganado. Se colocaron hombro con hombro en la estrecha acera. José Antonio le miraba de reojo y sonreía. Uno, dos, tres... Ya. Los primeros síntomas de fatiga. Llevaba cuatro o cinco anchos, sin parar, no me lo puedo creer. Un ligero calambre le subía por el dedo gordo del pie. Inspira, inspira. Casi aletargado, seguía moviéndose imperceptiblemente. Abre bien la boca y sigue, sigue, sigue... Corría todo lo que le daban sus piernas, codo con codo con su rival, oyendo su respiración entrecortada. Pensaba que el corazón le iba a estallar. Aguanta. Cuando tienes doce años, tu prestigio, el poder seguir bajando a jugar a la calle, depende de cosas así. El agua se le metía por los oídos y la nariz. No puedo más. Pero algo le decía que debía continuar. Un poco más, sólo un poquito, me lo debes. José Antonio se le iba adelantando, veía su esquelética espalda y empezó a oír los gritos de los niños al dar la vuelta a la última esquina. Apretó los dientes, tenía ganas de llorar, veía a Mario a lo lejos, cada vez más cercano y los ojos sorprendidos del niño atleta. Con el aire de los pulmones a punto de consumirse, el agua entrando por la boca, mareado por el esfuerzo y el cabeceo, alargó la mano para agarrarse a la pared de la piscina. Y tocó la mano de su amigo Mario.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Veo que el calor ablanda su corazoncito.
Me alegra su visita y su comentario.
Por cierto, ¿y mi primo, por dónde anda el zagal?

Saludos de agua dulce.

Luis Borrás dijo...

Bueno. Muy bueno.
Es curioso cómo el pasado regresa. Yo recuerdo algo parecido en una carrera con bicicleta.
Un fuerte abrazo.

Luis Borrás dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
JALOZA dijo...

Su primo anda por los parises...Pero viene en breve aspaña, dónde se va a estar mejor. En cuanto esté por aquí ya lo notará, no es amigo de pasar desapercibido.

Y gracias a los dos por la compañia.

Un abrazo