Un coche acelera por la avenida. El corazón del conductor. Sístole-diástole. Sístole. Diástole. Sis, dias, to, le. Un peatón corre en el paso de cebra. Verde. Derecha. Derecha. Verde. Izquierda. Ámbar ignorado. Los pensamientos atraviesan su frente, de neurona en neurona. A Cajal le encantaría. Una puerta entreabierta. La cortina ondulando con la corriente. Volumen excesivo en la televisión. Ya no puedo parar, tengo que acelerar. El viento terminará por arrancar las ramas de los más débiles. Luces y sombras como manchas en el asfalto. Engullida la línea continua. Subir, bajar y volver a girar. La voz no correspondida. Sábanas en desorden , la luz del baño encendida. ¿Quién?. Las nubes apenas aciertan a seguir al vehículo. Las estrellas intermitentes en blanco, rojo y blanco. El ruido en los oídos, el zumbido de la sangre tan parecido al de las abejas. Parpadeo involuntario. Respirar sin querer. Las pupilas se contraen con la luz y con el miedo. Si todo no fuera tan
martes, 20 de octubre de 2009
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