domingo, 12 de febrero de 2012

PRESENTACIÓN DE JAVIER AGUIRRE

Tengo el placer de transcribir el texto que Javier tuvo la amabilidad de hacer para la presentación del libro. Me complace anunciar que se trata de las líneas que más cabalmente han poblado este blog desde hace tiempo.

Muchas gracias. Todo un honor.



PRESENTACIÓN DE GENTE ABOLLADA

INTERFERENCIAS

27 ENERO 2012.



Buenas tardes, amigos.

Voy a leer el sermón de este último viernes de mes, que contiene sutiles diferencias con los que nos leían los primeros viernes de cada mes a quienes tenemos ya una cierta edad, y veo por ahí algunas canas, aunque algo desteñidas por la penumbra, es cierto.

¿Qué hacéis ahí, gente abollada, en este templo del buen decir, del buen beber y del buen ligar? ¿Por dónde habéis entrado? ¿Por debajo de qué resquicio mineral o vegetal os habéis colado?

Nos ha traído Josevi, me respondéis al oído con voz sinuosa.

¿Qué Josevi? Don José Vicente Zalaya y Giménez, un respeto, que tiene la misericordiosa misericordia de cargar con vosotros al hombro y traeros este último viernes de mes a celebrar liturgia literaria en este templo sacrosanto de tal y tal y tal.

Este templo que otros viernes escucha a vuestro autor, con su compinche abducido o sin abducir, pontificar en ceremonias que no llegan a ser misas negras por poco, pero todo se andará.

Estoy seguro de que llegarán a serlo, y si dudáis, mirad la primera frase del libro. ¿Qué Dice? Que Dios es un trompetista negro. ¿No veis claro que se trata del introito a una misa negra de funestas consecuencias para la salud de vuestros bolsillos? ¿No os percatáis de que el autor quiere seduciros con sus artes sublinguales a pesar de que aquí y ahora se haya quitado las gafas oscuras tras las que parapeta su malicia en la contracubierta del libro? ¿Lo tenéis en la mano? El libro, digo. ¿A qué estáis esperando?

Ahora os hablo a vosotros, los espectadores y necesariamente inmediatos exploradores de este cajón que encierra a tanta gente abollada. ¿Cómo vais a entender lo que digo si os falta la materia, si carecéis de la razón? ¿Para eso hacéis venir desde los altos cerros de Torrero al editor, el eximio caballero Zalaya y

Giménez dueño de la librería y la editorial Certeza? De don José Vicente hablo, nada de Josevi, como pretenden algunas de estas criaturas, las más descalabradas, las más deslenguadas, las más occisas, atrincheradas en las páginas del libro.

Allá vosotros, os digo a los presentes, a los que no lo tenéis en mano, a los que no lo conocéis ni por el foro, porque no podéis darle la vuelta y hacer saliva con el festín que promete la cubierta.

Mirad, mirad. De primera calidad. Eso me aseguraron Michel y Dani, los ilustradores, que a lo mejor han venido ya colocados con su propia medicina, con su propio Zummum, cuando me aseguraron que el género era de abuten, que por eso lo ponían en el escaparate.

Y si no que lo diga ese compinche abducido al que llamáis el Berbi. Al final de la página 22 –no olvidéis el número– le pide un autógrafo al protagonista del relato que comienza con una invocación diabólica: EBUYA CILEGNA. ¿Qué otra cosa puede ser EBUYA CILEGNA que una invocación satánica? Que os la descifre, que os la descifre el autor.

Pero volvamos al escaparate del libro. ¿De dónde creéis que han salido esas sustancias psicotrópicas que han encandilado a los ilustradores? La clave está en el libro otra vez; buscad, buscad. Os ayudo y os doy una pista: el mandarino. Una fruta de temporada, algo que no es preciso traer de Chile o de Argentina como las cerezas que nos amenazan en las fruterías estos meses de invierno repletas de aleluyas perniciosas para la salud y el medio ambiente. Disculpad que me vaya por las ramas, pero el otro día he tenido que escribir un panfleto contra las cerezas en invierno, esa barbaridad comercial y ecológica que nos asalta en este mundo burgués y descerebrado. Perdón de nuevo. Regreso a la mandarina.

El autor tiene un amigo que cultiva mandarinos. Ahí queda eso, que cada cual saque sus conclusiones. ¿Habéis caracoleado una tarde de primavera por entre la fronda tupida de un campo de mandarinos? ¿Aún no? No sabéis lo que os perdéis. En el libro están las instrucciones para conseguir… bueno, cada uno.

Pero seguid mirando esas pastillitas prometedoras del escaparate, esas píldoras vivarachas que se escapan del frasco. Tela. Sí, sí, tela. El autor sigue dando pistas: almendras, hiel y azúcar. Hiel, no miel. Os aseguro que no son garrapiñadas corrientes. Ojo a la hiel. De nuevo, cada uno. El que avisa no es traidor.

Y ahora, vamos a ver, ¿qué lleváis en los vasos? Los que no beben Coca-Cola ya puede empezar si quieren entender la filosofía profunda del libro. Eso, criaturas abolladas, a la Coca-Cola, que ayer anduvo por aquí José Mota recordándonos que él inventó ‘la chispa de la vida’. Luego, dentro de un rato, hasta os lo puede recordar si enchufáis la tele.

Bueno, me disculparéis si os hablo un pelín de mí, mejor dicho de lo mío. Es porque aquí el joven me incita. Responderé por alusiones. Fijaos qué forma de provocar: sexo, cárceles y un soplo en el corazón. En la página 79 está. Podía haberlo adelantado un poco, haberlo puesto en la 69. No sé si afearle a él o al editor esa distorsión numerativa. Unas cuantas chorradas menos y nos hubiéramos quedado en la 69. En fin, luego arreglaremos cuentas.

Que sepáis que hace poco más de un mes llevé al editor a la cárcel, a Daroca, que lo diga él. El hombre estaba arrepentido del lapsus numérico, admitió el fallo y le perdoné pronto. A las cuatro horas, fuera. Pero que no se repita. Ya me hizo otra faena Michel, el de las pastillas, hace unos años y me lo llevé también al trullo, aquella vez a Teruel. Y a esta jovencita que anda por aquí impaciente porque quiere mostrarnos sus encantos –los verbales digo, que entre tanta multitud no se atreve a más–, también he tenido que llevarla a la cárcel a menudo, que es muy díscola y muy suya ella. Que lo diga, que lo cuente.

Tranquilas ya, criaturas abolladas, que no os voy a inquietar más. Sólo os advierto que el último relato incluido en el libro se titula La iglesia de Gabor. Es algo tierno el cuento que se cuenta, pero no dejo de temerme que esa iglesia solapada sea el antro donde el autor nos está preparando su próxima misa negra.

Muchas gracias en tal caso, Lucifer.



2 comentarios:

Anabel dijo...

Fantastico don Javier, como no. Con un prólogo así hubieras vendido muchos más libros aún.

A la próxima presentación de tu próximo libro voy aunque sea volando (en mi escoba...).

Besos,

Anabel

Rubentxo dijo...

¿Cómo fue la fiesta de presentación? Imagino que hubo muy buena literatura y que sonó muy buena música.
El siglo XXI es un timo: ni podemos teletransportarnos ni hemos conseguido el don de la ubicuidad...
Qué buen discurso, por cierto, qué alejado de los cánones. Abrazos.