jueves, 6 de agosto de 2009

INSTRUCCIONES PARA ESCRIBIR UN CUENTO

Coja una página en blanco, bien sola o acompañada de otras en lo que hemos venido en denominar cuaderno, con espiral, anilla o sin ninguna de las dos, con goma arábiga. Si no dispone de una hoja en blanco, puede servirle una rayada o incluso cuadriculada. El tamaño de la misma deberá ser folio, si cree que tiene un buen número de cosas que contar o cuartilla si es usted un tipo modesto, neófito o que escribe chiquito. Conseguido lo anterior, es fundamental hacerse con un bolígrafo, una pluma o un lápiz para trasladar de su cabecita al papel, todo lo que anhela gritar al mundo. Poco importa el color de la tinta caso de optar por un funcional bolígrafo. Lo dejamos a su elección, déjese llevar por sus gustos y escriba en naranja si así se lo pide la inspiración. En este caso, no es descartable la opción de utilizar como herramienta una pintura, sea de madera, sea pulcra cera escolar. La gama cromática en este caso, es mucho más amplia. Eso sí, desliza mucho peor sobre el papel, máxime si tuvo la desgracia de no conseguir ninguno otro más allá del satinado con el que gustan elaborar calendarios. Si no utilizan una herramienta de escritura automática, tampoco está de más que preparen cerca un sacapuntas y una goma, por si acaso. Otra alternativa, nada desdeñable sobre todo para los que opten por escribir un cuentito de género negro, es la adorable máquina de escribir. Objeto éste de indudables connotaciones cinematográficas a la par que literarias. Si nadie le prestó una antigualla como la comentada o el comerciante de la esquina le miró con cara extrañada y circunspecta cuando intentó comprar una Olivetti, decídase, sin ningún género de dudas por el teclado de un ordenador, computador o similar. Se ahorrará sobresaltos y explicaciones entre el vecindario.

Tras todo lo anterior es el momento de elegir el lugar en el que perpetrará la escritura de su relatillo, sin ánimo de ofender. Importante, en primer lugar, escoger una ubicación en la que poder escribir y si es posible antes de garabatear, pensar con tranquilidad. Para ello, lo mejor es buscar un sitio solitario, en el que usted pueda encontrarse consigo mismo, en el que pueda escuchar la vocecilla interior de su conciencia artística. No obstante, si es usted de los que temen la soledad, o todavía peor, no les gusta esta propuesta, ante la nada desdeñable perspectiva de que se le vayan las horas sin escuchar ninguna cosa que provenga de su interior, escoja un lugar en el que pueda disfrutar de la compañía humana y/o animal pero con moderación. Le proponemos que se acerque a algún parque o jardín próximo a su domicilio, a un discreto café con ínfulas literarias o, en último término, a una de las muchas bibliotecas municipales con la que nuestros nunca bien ponderados gobernantes jalonan las ciudades y pueblos de nuestro país, patria, estado o cómo prefieran llamarlo, no es tema que nos deba ocupar ahora. Eso sí, huyan de lugares tendentes al vocerío y algarabía, tales como bares, discotecas o recintos deportivos. Se ha constatado científicamente que nada de provecho, en lo que a literatura concierne, salió nunca de tales sitios.

Respecto al momento del día propicio (resuelta la cuestión espacial, hora es de abordar la otra variable a considerar, el tiempo) para comenzar nuestra tarea, mucho se ha escrito sobre el tema. Los hay que prefieren escribir por la noche, los que lo hacen a primera hora de la mañana, los que utilizan el horario laboral para ello... Nada hay definitivo, amigos, esto deberán experimentarlo por sí mismos. Si me permiten, un único consejo, adapten su momento artístico a la vida que solían llevar antes de interesarse por la escritura. No cambien sus hábitos de conducta ante la perspectiva de poder iniciar una carrera literaria, antes de comprobar que tienen unas mínimas aptitudes para ello. Si usted es de buen dormir, no madrugue para escribir. Si es de natural noctívago y ditirámbico, siga con lo suyo y escriba después de la siesta. Si tiene un trabajo que requiere atención, léase controlador aéreo, taxidermista o sexador de pollos, emborrone papeles en sus momentos de asueto que a buen seguro no han de ser pocos. Al hilo de la candente cuestión temporal, y como colorario a la misma, no podemos dejar de abordar la cuestión climática. Sobre la temperatura y la estación del año más propicias para que fluyan las ideas, para pasmo de sus congéneres, no hay nada escrito, valga la paradoja. Si optó por escribir al aire libre, que sea en primavera-verano, es harto complicado escribir con guantes o frotándose los dedicos para que no se le congelen. Si prefiere hacerlo en un lugar público cerrado, según prefiera el aire acondicionado o la calefacción. Si es usted, gente con posibles y tiene muy claro cuál es la temperatura que prefiere, vaya saltando de hemisferio en hemisferio, en función de la traslación de la Tierra.

De todos modos y si pese a los consejos que acabamos de recopilar, no terminar de ver con claridad el camino, busque alguna otra ocupación más placentera que la de escribir. No pierda el tiempo ni el dinero, no se arrepentirá. Que las cárceles están llenas de escritores y los olmos llenos de poetas suicidados tras un desengaño a la luz de la luna.

2 comentarios:

José Manuel Ubé González dijo...

Los caracoles salen después de la lluvia. Los poetas salen antes, durante y después. Uf... qué pesados.

Rubentxo dijo...

"Es harto complicado escribir con guantes o frotándose los dedicos para que no se le congelen. (...) Si es usted gente con posibles y tiene muy claro cuál es la temperatura que prefiere, vaya saltando de hemisferio en hemisferio, en función de la traslación de la Tierra".
El texto completo me ha parecido muy ingenioso y muy divertido, pero estas frases me han parecido sencillamente geniales.
Cuántos pagaríamos por encontrar el secreto de la literatura... Ni los alquimistas lo tenían tan complicado...
Saludos!