domingo, 12 de abril de 2009

DE ENTRE LOS MUERTOS


He dejado de beber. Y me siento mejor, creo. Llevaba unos cuantos días soñando demasiado, como dicen los Lagartija Nick, qué graciosos han sido llamando a su último trabajo Larga Duración, si casi no llega a los treinta minutos. Será actitud punk o postmodernismo, no lo sé, lo que tengo claro es que se podían haber estirado un poquito más el Antonio, la Lorena y compañía. Larga Duración. Y no vale ni la mitad. Antonio Arias con su acento aspirado, con sus aspiraciones de estrella intelectual, ahora un poquito de flamenco, ahora os cuento quien era Val Del Omar, ahora me enfundo en un traje gris a lo cibernético en el Albaicín. Con su boquita de piñón y su calvita de melón. Si Bauhaus levantara la cabeza te dejaba sin el Nick. Larga vida. He dejado de beber porque estaba soñando demasiado.

Pensaba que era por la fiebre, por el alcohol mal digerido que me estaba matando, una idea que se había quedado atravesada en el lóbulo inferior, ahogada en la esponja reseca del hemisferio occidental. El cerebro es una geografía aún por explorar, nos falta un Admunsen con dos pelotas que ponga una pica en Flandes, que vaya un poquito más allá que el bueno de Don Santiago hace casi un siglo. Tanto aparato y todavía estamos en las mismas. Me da miedo soñar por las noches, últimamente sólo veía cucarachas y ya no me bastaba con abrir los ojos para hacerlas desaparecer. Seguían ahí tras despegar las pestañas empapadas en alergia, podía oírlas arrastrando sus patitas, escalando al edredón empapado en terror, haciéndome saborear algo repugnante. Por eso he decidido dejar de beber. Por eso y porque me daba miedo que lo último que vieran mis ojos fueran los brazos peludos de un anestesista empeñado en que cuente hacia atrás, Cabo Cañaveral con olor a desinfectante y un frío que se te clava en los cojones. Estoy seguro de que alguien me observa.

Aeropuerto. Cooper. 12.95. Larga Duración. Lagartija Nick. 11.95. Oferta. Josele Santiago y sus Menudencias. Idem. 12.95. Oferta. Juro que cuando entré a la FNAC sólo quería comprarme el primero. Ando un poco tristón estos días y para mí esa tienda es como ir al Pilar, entrar ahí es estar un poquito más cerca del cielo. A lo mejor con menos poesía. Nuevo intento. Conocía a una tía boba que en cuanto le entraba la depre se iba al Corte Inglés, sección señoras desesperadas y compraba todo lo que podía con su famélica tarjeta. Diez minutos de felicidad bien valen una muesca más en la cuenta menguante. Qué pena que no tengan ese suéter beige en mi talla. Así está mejor. Pues eso, entre libros y cedés soy feliz. Mientras sujetaba con una mano el paraguas, con la otra el abrigo para no morir asfixiado de enormísima calefacción capitalista en abril, con la boca lo de Cooper y con mis desgastadas rodillas la bolsa del supermercado, Josele me guiñó un ojo desde la estantería. No pude resistirme. Voy de aquí para allá y al final siempre termino en los brazos aguardentosos del hijo del pintor cotizado. Los otros son amantes, furcias de carmines corridos, polvos ocasionales con un poco de látex. Soy como el marido que siempre vuelve a casa, oliendo a mentira pero listo para cenar a las diez. ¿Están los niños acostados?. El enemigo es un poeta, mal que le pese, es un amigo, bien que le parezca, es un artista con olor a aguarrás y pescado. Se ha inventado una discográfica, ha perdido pelo para salir en las fotos, se ha roto la última cuerda vocal que le quedaba para contestar con indisimulada desgana la tópica entrevista de turno, no me importa lo que me cuentas, a mí me pagan por estar aquí. Anda y que te jodan. Enciendes el chisme y suena a verdad, a directo, a rocanrol con mayúsculas. Pasa con nota la prueba de la escucha en mi viejo discman, Cooper no ha salido tan airoso, sonido saturado en algunos momentos, se lo perdono y lo achaco a mi ejemplar desportillado, Josele ha sacado un sobre sin entrar al examen. Y cuando escapaba por fin, casi piso a la lagartija. Me pongo las gafas de sol para no ver más, dichoso Borges y su ceguera apresurada. Paso por caja para no levantar sospechas.

Llevo unos días sin probarlo, casi no tengo fiebre, y sin embargo esta noche he vuelto a soñar. Una ciudad en blanco y negro que no conozco, miles de grises deslizándose hacia el blanco, alguien fuma de perfil y todo le da lo mismo, en primer plano, con los edificios al fondo, debe ser bonito vivir sin colores. Mira hacia el frente con un flequillo mordisqueado. Le tiembla el labio inferior y en sus ojos puedes ver la nada. Canta con una voz gutural mientras se mueve epilépticamente un ratito antes de colgarse de una cuerda en la cocina. Se llamaba Ian y era tan joven. Me gustaría tener a mano mis gafas 3D para coger unas tijeras y repasarle el flequillo, cortarle el cigarrillo o arrancar la viga de su casa. No quiero estar aquí cuando su mujer regrese, los muertos lo dejan todo perdido. Aparto las ideas para unos cuentos, los sueños están llenos de palabras que nadie usará jamás. Una joven está sentada en un banco, al aire libre, se mira los zapatos sin muchas ganas, puede que sea lo único que alcanzan sus ojos. Fuma. Le gustaría echar un trago pero no le dejan. Las demás dan vueltas por el patio, las manos a la espalda, pensando sin pensar. El fondo del mar es un buen lugar para descansar, entre galeones hundidos y fardos de hachís, así llegan luego las ballenas río Hudson arriba. La chica que fuma y mira, ve como la punta de su bota derecha lleva un ritmo de una melodía que bucea entre sus neuronas. Dicen que es lo último que escuchó antes de levantrse del sofa, la cuerda entre los dedos, recordando los nudos marineros que aprendió de pequeño, cuando todavía no soñaba con cucarachas y las linternas no le daban miedo. Me despertó el olor agrio de un vómito conocido. He dejado de beber pero mi estómago no se acuerda. Los borrachos lo dejan todo perdido.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Inmenso, es la expresión que me vino al acabar de leerlo.
Tremendo, ahora la segunda ya más sosegado.

Ya tomaremos unas copas para celebrar que has dejado la bebida.

Saludos desde el algor febril.

Rubentxo dijo...

Ay... Esos ardores constantes... Los conozco bien.
Como dice Josele: "Algún día las tripas te despertarán"
Tengo ganas de escuchar el nuevo de Lagartija.
La F-nac... ese refugio para los días tristes... Se forran a costa de la melancolía de los demás. Cada vez conozco a más gente que dice que cuando está depre se pasa a comprarse un libro (y ese libro acaba convirtiéndose en tres libros, dos discos y cuatro deuvedés)...
Qué bien escribes, condenao.
Saludos!

Anónimo dijo...

Conmovedor; blanco, gris y rojo.
No me pregunte ustéd por qué, pero así lo veo.

Le debo una.

Saludos de ginebra azul