sábado, 10 de enero de 2009

IMPERTÉRRITO

Despierta. Abre los ojos y sólo ve oscuridad. Le duele la cabeza y nota seca la boca. Intenta moverse y no puede. Debe ser un sueño. O es que estaba tan dormido que a su cuerpo le cuesta reaccionar. Siente sus extremidades dormidas, un desagradable hormigueo le recorre brazos y piernas. Es como si le hubieran atado varias piezas de hierro en los tobillos y las muñecas y lo hubieran arrojado al mar. Nota que se ahoga. Respira a trompicones. No logra llenar de aire sus pulmones. Le sigue doliendo la cabeza y no logra ver más allá de sus narices. Afina la vista para reconocer el lugar en el que se encuentra. No puede, no le suena. Es pronto aún, todo va a cámara lenta. Le cuesta pensar. Es como si su voluntad le hubiera abandonado, no consigue ni siquiera levantar un dedo. Y este olor, familiar y nuevo a la vez. No distingue ningún sonido, apenas un rumor que bien pudiera ser el sonido de su sangre golpeándole en las sienes, su propia respiración que no logra recorrer su cuerpo. No puede moverse pese a que lo intenta con todas sus fuerzas. La angustia le recorre y lo invade todo. Le parece ver a escasos centímetros de sus ojos, algo. No lo distingue. Sigue muy oscuro. Y este maldito dolor de cabeza. Un momento. Algo se ha movido o es él quien se está moviendo. Sí, es él, mejor dicho, sea lo que sea el lugar en el que se encuentra, se ha movido. Este sonido sí cree reconocerlo. Bien, empieza a reconocer y despertar. Es el sonido de la lluvia, gotas golpeando en el techo. Tiene frío, mucho frío y ganas de llorar. Quiere despertar, levantarse y echar a correr. Besar a su madre, abrazar a su hermano. Pedirles perdón. Pero ya es tarde. Siente que se cae, como en los sueños, pero esto no lo es. Escucha un chirrido a los lados, un ruido de madera lijada. Toca fondo. El golpe le hace estremecerse. Oye un grito, un llanto desgarrador. A lo mejor es él quien está gritando. Pero no, no es él. Sin embargo, debería gritar si consiguiera articular la voz. Entonces escucha el sonido de un puño, no es un puño, diminutos golpes suenan en el techo. Cada vez más, con más fuerza. Ahora es un estrépito que ahoga el sonido exterior a la vez que se le acaba el aire. In nomine patri... et filii... et spiritus sancti. Y ya no escucha nada más. Sólo huele a madera y se quiere morir.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tétrico lo veo a usted, a cuestas con la Parca, esa señora que luce guadaña y manicura francesa.
Me gustan los microrrelatos inquietantes, y este lo es.
Gracias por su resurrección. Siempre es grato encontrar en mi rincón a colegas de la pluma gansa.

Saludos de domadora de cocodrilos

Anónimo dijo...

Este es su registro señor Jaloza. Aquí está su lugar. Profundice y deje las plumas de ganso.

José Manuel Ubé González dijo...

Gracias por las visitas y los comentarios. Por cierto, como mi jefa Angélica dice, para tétrico vuesa merced. Sí, algo pesimista soy con el género humano, pero pese a todo, seguimos avanzando (hacia dónde no lo sé, pero seguimos avanzando).

Un saludo compartido con el resto del club de plumas y gansos.