lunes, 12 de enero de 2009

EXPEDIENTE AMANECER


Me miró con cara de acento circunflejo. Cuando le dije que mi acompañante y yo, íbamos a entrar, casi se cae al suelo. Su rostro palideció y una atenuada pero más que visible irritación, le hizo temblar la voz. No es posible, no es posible, no aparece en ningún reglamento dicha posibilidad. Pues vamos a pasar, apártese o llame a su superior. Así lo hizo, saliendo de su reducido habitáculo, mirándonos con desdén e ira, giró sobre sus talones y atravesó la puerta prohibida. Los compañeros del esbirro cuchicheaban a nuestras espaldas, iban levantando la voz a medida que nosotros persistíamos en nuestra actitud. Qué valor, tarde o temprano tenía que pasar, ya no hay decoro. Al cabo de unos segundos, reapareció el esbirro. En unos momentos les recibirá el Delegado. Pueden tomar asiento. Gracias, estamos bien así. Entonces ya no pudo más, toda su fingida cortesía se vino abajo como la cristalería de un restaurante y con similar estruendo nos gritó: Apártense y déjenme seguir con mis asuntos. Sin tiempo para contestarle, la deseada puerta se abrió y una sumisa empleada nos lanzó una sonrisa desafiante. Pueden pasar, Don Julián les está esperando. Nos agarramos del brazo y ante la indignación de los allí congregados, nos dispusimos a seguir el culo de la secretaria. La moqueta del pasillo ablandó nuestros pasos a la vez que nuestras intenciones. Olor a madera, techos altos, la refrigeración exacta. Aquí y allá los retratos de los predecesores en el cargo. Vámonos, no merece la pena. Le apreté más fuerte y le acaricié la mano. No te preocupes, todo saldrá bien. Cuando el culo se paró, su dueña nos hizo un gesto, un leve ademán que pudiéramos traducir por "un momentito, enseguida estoy con ustedes". Golpeó con los nudillos, casi sin rozar siquiera el portalón, y desapareció en su interior dejando en el aire un aroma a perfume caro. Azahar y melocotón. Por fin abrieron de nuevo y una luminosidad como de otro mundo inundó toda la estancia. Su Excelencia les está esperando. Al entrar, lo primero que vimos fue el imponente sillón de piel, el más grande que jamás hubiéramos visto. De color marrón, parecía estar hecho con la piel de todos los que antes habían osado entrar allí. Un ligero silbido acompañó la rotación del mueble hasta que su ocupante quedó enfrente de nosotros. Un tipo inmenso, bronceado hasta las pestañas y vistiendo un traje que valía lo que mi sueldo de un año, nos miró todavía sin poder dar crédito. ¿Y bien?, Estalló su voz en el desmesurado despacho. Queremos lo que nos corresponde. Creo que no va a ser posible. Os estábamos esperando. Al fondo, a la derecha, aparecieron varios miembros de la Delegación. Mi grito quedó sofocado por el ruido, por el excesivo volumen del hilo musical que alguien se encargó de encender. Expediente Amanecer. Sí. Como siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gusta lo cinematográfico de ese culo ...