lunes, 2 de abril de 2012

(EL CIELO DE LOS POETAS) TOMA FALSA

AEROPUERTO


Federico espera nervioso en la sala del nuevo aeropuerto que llaman de Barajas, en unas horas debe coger un vuelo rumbo a Nueva York y, aunque no quiere reconocerlo, detrás de su sonrisa tiene algo de miedo a un viaje tan largo. Intenta pasar el tiempo mirando a la gente, viendo cómo aterrizan los aviones, pensando en las cosas que le han contado de aquella ciudad y en todo lo que ha leído sobre ella. Unos días al otro lado del océano no le vendrán nada mal, quiere ver mundo y escribir mucho antes de caer rendido en la cama. De pronto, ve al fondo del pasillo una figura conocida llena de maletas, casi no puede creerlo, es su compadre Rafael. La casualidad ha querido reunirles tan lejos de su tierra, tanto tiempo después de haberse visto por última vez. ¡Rafael! –levanta la voz Federico al tiempo que saluda con la mano-. Un abrazo, un cómo tú por aquí, un a dónde vas, un la de cosas que tenemos que contarnos. Acuerdan reunirse en la cafetería después de que haya facturado todo el equipaje y realizado los trámites de documentos y visados. Federico pide algo de comer, no quiere volar con el estómago vacío, y Rafael saca una carpeta llena de papeles y dibujos que extiende sobre la mesa ante la mirada curiosa del camarero. Éste le cuenta que va a Moscú, con María Teresa que no puede tardar en llegar, que tienen mucho que aprender de los camaradas rusos, que no pudo declinar la invitación. Las cosas andan revueltas en España y no menos en el mundo. Los poetas tienen el deber de contarlo al pueblo, de poner sus palabras al servicio de los oprimidos, la revolución, la libertad, la igualdad... y cosas así. Hablan y ríen, tiene que ser un buen augurio un encuentro como éste. Morenos y elegantemente vestidos brindan por el destino de la Humanidad. Los rascacielos, los coches oficiales con intérprete, el vértigo, la nieve que pocas veces ha visto, los negros, los palacios de los zares, unos conocidos que esperan, el comunismo imparable, los parques, los patinadores, tantas cosas que recordar a la vuelta. No han podido dejar de fijarse en un joven demasiado alto y delgado que hace un rato ha entrado y ha pedido agua con un acento poco familiar. Le acompañaba un hombre de aire ausente y mirada triste, de porte británico y maneras educadas. Se han sentado justo al lado y ahora sí escuchan nítidamente como hablan de Buenos Aires y fíjate venir a coincidir tan lejos. Ellos también miraban a los poetas andaluces con la curiosidad del que creer reconocer ciertas afinidades, libros, apuntes, cuadernos, las imprescindibles plumas estilográficas que también en su mesa hace un rato que andan garabateando algunos nombres, quién sabe si algunas direcciones. Un momento de silencio y cuatro miradas que se cruzan en un punto. Hay algo en esos lugares de paso que invita a la conversación, a la confidencia con el otro al que casi se tiene certeza no ha de volver a verse más. ¿Ustedes también escriben? Julio, algo azorado dice que sí pero que no merece la pena, que quien de veras es escritor es Jorge, aquí presente, que hace unos cuentos maravillosos y se ha leído todos los libros del mundo. Jorge Luis sonríe abrumado y dice que su joven amigo es algo exagerado. ¿Poetas? Todos ríen abiertamente al sentirse descubiertos, pillados en algo parecido a una falta, una especie de feo vicio que ocultar a las visitas. Se invitan mutuamente a compartir mesa y deciden que hay que celebrar el encuentro con una botella de vino y algo de queso. Julio intenta explicar que si bebe se marea pero antes de darse cuenta ya tiene una copa en la mano y brinda por la Literatura y las dos naciones allí hermanadas. Jorge Luis explicaba que partirá dentro de poco tiempo a Ginebra, motivos de trabajo, y su compatriota que le esperaban en El Cairo unos cuantos amigos empeñados en enseñarle los misterios del Nilo. Secretamente se envidian los unos a los otros y a cada cual le parece más atractivo el destino del que está a su lado que el suyo propio. Se interesan por la obra de los otros, por algunos nombres que admiran en común, por ciertos compañeros de generación que creen haber oído alguna vez, el tiempo se agota y lamentablemente deben partir en cuatro direcciones opuestas.         



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