sábado, 14 de marzo de 2009

QUEDO A LA ESPERA





Este texto habla de la incomunicación, o a lo mejor no. Virtulidad virtuosa. Ya nadie escribe cartas, hasta los Reyes Magos tiene e-mail... Mal vamos, o no.
Quedo a la espera de contestación. Si esto lo hubiera escrito en la Atenas de Pericles, habría supuesto pasarse días enteros mirando el horizonte desde la Acrópolis hasta ver venir a lo lejos a un mensajero corriendo, agotado por el esfuerzo pero satisfecho de haber cumplido el encargo. Una vieja túnica en tiempos blanca, un poco de laurel entre los rizos y una nada favorecedora faldita. Si hubiera esperado dos mil años a mandar la carta, podrías haberlo visto encaramado a la almena más alta del castillo, oteando la campiña francesa mientras oía de fondo un laúd, y este caballero que no regresa, preso ha de ser, si no muerto por el enemigo. Mejor que aguardara hasta hace unos años, no muchos, en un viejo pueblo de Sicilia, pasta en el puchero, vino rojo y el cartero que toca el timbre de su vieja bicicleta. Qué tal, Giusseppe. ¿Nada? Nada, Don Ruggiero, quizá mañana. Pero la contestación que esperamos, hoy, sólo nos puede llegar vía e-mail. El correo electrónico mató a la estrella de Correos. Lanzas la misiva y te quedas como un tonto mirando abajo, sí, a la derecha, a que aparezca el sobrecito de marras para ir como loco a pinchar. Y no es lo que esperabas. Poco te importa la oferta de un curso interactivo, aprenda a tocar la guitarra sin salir de casa, menos que te inviten a visitar nuestros maravillosos apartamentos en multipropiedad y por supuesto que no te crees la declaración de amor de una tal Nadine, a la que no conoces de nada, visita mi web, satisfacción garantizada. Y tu respuesta que no llega. El único correo que deseas recibir que no aparece. Y una hora. Y luego otra. Y otra más larga. En la sociedad de la velocidad ya no medimos el tiempo en jornadas, ni en lunas, ni siquiera en días. Ahora todo debe ocurrir en el menor tiempo posible. La repuesta que no es inmediata, no es respuesta. ¿Y si no le ha llegado? Reenviar. No sé que pensarán de mí. Tu vida, por lo menos de aquí a un rato, depende de esa respuesta que no te envían. Puede que nunca te llegue. Mira que ilusionarme a mis años. Es lógico que no me digan nada, siempre habrá alguien mejor. Me fumo un cigarrito y si no ha llegado, apago. El humo te pica en los ojos, te hace lagrimear. Sin rastro del sobrecito anhelado. Y ese vacío sabe a derrota, como el pianista al que ya no obedecen sus dedos. Es triste. No llores cariño, papá te comprará otro globito. ¿Rojo? Rojo. Un puñetazo en la mesa te haría sentir mejor. Puede que no. Apagas y te vas. A lo mejor mañana por la mañana, te mientes para despistar al dolor. A lo mejor.

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