jueves, 12 de marzo de 2009

HUMOR GRÁFICO, CHICAS Y SERIES DE TELEVISIÓN



Seguimos echando mano del congelador. A este ritmo se me queda vacío en menos tiempo que tarda Ratzinger en excomulgar a un teólogo de la Liberación.


Hay días en los que no sabes qué escribir. Te sientas delante del ordenador, poca gente queda que escriba sobre el papel, bolígrafo, pluma o lapicero en una mano y la mirada en el infinito, y no sabes qué demonios contar. Y no es que tengas ninguna obligación de hacerlo, desde luego no te pagan por ello más allá de con unas palabras de afecto y en el mejor de los casos admiración, pero te has acostumbrado a contar historietas y el día que no te sale nada, te sientes mal. Me acuerdo entonces de los artistas a fecha determinada, los dibujantes de viñetas diarias en los periódicos. Tiene que ser difícil trabajar con esa presión, a ellos sí que les pagan, claro, pues que se aguanten. Pero no es tu natural ser insolidario y por eso los recuerdas con afecto y dolor. Antes de las no sé cuántas de la tarde me tienes que tener preparado el dibujito y que sea gracioso, claro. Ni se te ocurra repetir el de ayer, que la gente no es tonta y se dará cuenta. Duro, ¿no te parece?. Me gustaría trabajar en la redacción de un sitio así, tiene que ser bonito vivir ese ambiente, por lo menos lo que se ve en las series de televisión sobre el tema, es de lo más interesante. Siempre suelen estar rodeados de chicas guapas, becarias en su mayoría, con lo que eso representa, y todos tienen una cara de felicidad que asusta. Les pagarán bien, me imagino. Y por favor, no me veáis como un tipo superficial, no os hagáis una idea equivocada de mí por las cosas que cuento. Lo de las chicas está bien pero no lo es todo. Además, yo estoy felizmente casado y a las tías ni mirarlas, ni de reojo, vamos. Bien pensado, preferiría trabajar en una comisaría. Por que lo de un hospital, lo descarto.
Quede claro que os hablo por referencias, por lo que veo en la tele, ya te digo. En casa no somos muy aficionados a las series de médicos, que para ver tristezas siempre hay tiempo. La única que toleramos un poco es la del cojito ése que siempre acierta lo que tiene el enfermo, con sólo mirarlo, que ni un triste análisis de sangre les hace y eso que parece que no trabaja en la Seguridad Social. Pues eso, que quitando esta serie, yo prefiero las de policías, españolas o americanas. Se pasan el día en la confortable comisaría, tomando café y bebiendo agua de una maquinita de lo más maja. Además, las compañeras de los policías suelen ser unas macizas que no te lo pierdas. Lástima que el traje azul marino sea tan poco favorecedor. A lo mejor es por eso que a la más guapa van y la hacen inspectora, no lleva uniforme sino que va vestida de calle, con unos vaqueros bien apretados y unos andares que para qué te cuento, amigo. Y presión, lo que se dice presión... Si hay un delito, van y lo resuelven, se dan una vuelta por la calle, metidos en sus coches resplandecientes y comiendo rosquillas de chocolate, y cuando alguien traspasa la legalidad vigente, lo trincan y al cuartelillo. Muchos días hay que no sucede nada, no es como los dibujantes que tienen que hacer la viñeta sí o sí. A los policías nadie les pide cuentas de si han aclarado tantos asesinatos más o menos que el mes pasado. Además los dibujantes gráficos suelen trabajar en solitario, nada de bomboncitos dando vueltas alrededor. A lo sumo colaboran con otro tipo que les hace los textos del tebeo y que suele ser gordo, con barba y cara de estreñido. Ni comparación. Y hay de ti como se te ocurra no entregar el dibujito de marras a tiempo. Duro, muy duro, amigos.
Así me siento yo los días que la musa no anda por aquí. Deberíamos asociarnos los cómicos del papel y los desterrados del Parnaso, hacer un sindicato que defendiera nuestros intereses y que velara por nuestras viudas y huérfanos. En trabajos de alto riesgo como los nuestros, la tasa de mortalidad, natural y en ocasiones inducida, es elevadísima. Podríamos crear una Fundación y recaudar fondos para tales menesteres. O mejor, hacernos sindicalistas pero de los que llevan chaqueta y se peinan a raya, ni mucho menos de esos desarrapados con jersey, barbas y gritos en las manifestaciones más variadas, que fijo que no tiene ni una secretaria cachetona que echarse a la boca. Sindicalista sí, pero con estilo y despacho enmoquetado. Daríamos ruedas de prensa, concienciaríamos a la población acerca de los riesgos laborales de nuestro gremio y hasta podríamos organizar conciertos benéficos para los damnificados por alguna enfermedad profesional, que tarde o temprano saldrá, y que diezmará a buen seguro el número de nuestros afiliados. Un concierto multitudinario, en plaza de toros o pabellón deportivo al uso, con alguna figura de relumbrón y un montón de coristas y bailarinas que eso siempre gusta a la gente y da ambientillo en estas celebraciones. Y si la cosa sale medio bien, nos montamos un partido político, nos presentamos a las próximas elecciones y pasamos a codearnos con los diputados en el Congreso de su mismo nombre y a debatir y a elaborar leyes, proyectos de ley y hasta órdenes ministeriales. Y encima, hay algunas señorías que están de muy buen ver, que aprovechando que está mucho tiempo solo, lejos de casa, la erótica del poder y no sé qué más, vete tú a saber en qué podría terminar la cosa. Todo eso por no hablar del tiempo libre que tendríamos los unos para escribir cuentos y los otros para hacer dibujos en los pupitres de los Padres de la Patria.
Hay días en los que no sabes qué escribir y que es mejor dejarlo estar. Levántate ordenadamente del silloncito de la habitación y apaga el ordenador. Que mañana será otro día.

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